EL FIN DE LA HISTORIA Y LA CONFRONTACIÓN CULTURAL

A finales de los años 80 una serie de acontecimientos como la caída del Muro de Berlín, el colapso del comunismo con lo que esto implicaba de recuerdo de la caída de los fascismos también totalitarismos y la instauración de un nuevo orden mundial centrado en Occidente parecían abrir el camino hacia un progreso continuo basado en el capitalismo y la democracia. Francis Fukuyama, autor de “El fin de la Historia y el último hombre” (“The End of History and the Last Man”, 1.992), libro que desarrolla su artículo de 1.989 "¿El Fin de la Historia?", defiende la tesis según la cual la Historia, en cuanto lucha de ideologías, ha concluido con la instauración de un mundo fundamentado en la democracia liberal tras el fin de la Guerra Fría en el cual tiene cada vez mayor preponderancia la economía y se establece un sistema de “pensamiento único” o “globalizador”. En sus palabras “el fin de la historia significaría el fin de las guerras y las revoluciones sangrientas, los hombres satisfacen sus necesidades a través de la actividad económica sin tener que arriesgar sus vidas en ese tipo de batallas”. Tras el 11-S argumentó en un artículo titulado “La historia va a nuestra manera” que el nuevo escenario internacional no restaba valor a sus tesis porque "la democracia y los mercados libres seguirán expandiéndose como principios dominantes de la organización en gran parte del mundo" planteando que “siempre he creído que la modernidad tiene una base cultural. La democracia liberal y el libre mercado no funcionan en todo momento y lugar. Funcionan mejor en sociedades con ciertos valores cuyos orígenes pueden no ser totalmente racionales. No es un accidente que la democracia liberal moderna surgiera primero en el Occidente cristiano, puesto que la universalidad de los derechos democráticos muchas veces se puede percibir como una forma secular de universalidad cristiana”.


En un artículo publicado en 2.006 en el periódico El País, Francis Fukuyama dice que la expresión “el fin de la historia” no es originalmente suya sino que proviniendo de Hegel la popularizó Karl Marx. “Hegel fue el primer filósofo historicista que entendió la historia humana como un proceso coherente y evolutivo. Hegel veía esa evolución como el desarrollo progresivo de la razón humana, que acabaría llevando a la expansión de la libertad en el mundo. Marx planteaba una teoría con un fundamento más económico, que veía cómo cambiaban los medios de producción a medida que las sociedades dejaban de ser prehumanas y se transformaban en cazadoras-recolectoras, agricultoras y luego industriales; por tanto, el fin de la historia era una teoría de la modernización que formulaba la pregunta de dónde desembocaría finalmente el proceso de la modernización. / Muchos intelectuales progresistas del período transcurrido entre la publicación del Manifiesto comunista de Marx y Friedrich Engels en 1848 y las postrimerías del siglo XX creían que llegaría un final de la historia, y que el proceso histórico concluiría en una utopía comunista. Esa afirmación no era mía, sino de Karl Marx. La sencilla reflexión con la que yo comenzaba era que, en 1989, no parecía que eso fuera a ocurrir. En la medida en que el proceso histórico humano estaba abocado a algo, no tendía hacia el comunismo, sino a lo que los marxistas denominaban la democracia burguesa. / Numerosos observadores me han comparado con mi antiguo profesor Samuel Huntington, que expuso una visión muy distinta del desarrollo mundial en su libro El choque de civilizaciones y la reconfiguración del orden mundial. En ciertos aspectos, creo que se puede exagerar el grado en que diferimos en cuanto a nuestra interpretación del mundo. Por ejemplo, coincido con él en su idea de que la cultura sigue siendo un elemento componente innegable de las sociedades humanas, y que no se puede comprender el desarrollo y la política sin una referencia a los valores culturales. / Pero existe un aspecto fundamental que nos diferencia. Se trata de la cuestión sobre si los valores y las instituciones desarrollados durante la Ilustración occidental son universales en potencia (como creían Hegel y Marx) o si están limitados a un horizonte cultural (lo cual coincide con las ideas de filósofos posteriores como Friedrich Nietzsche o Martin Heidegger). Sin duda, Huntington considera que no son universales. Aduce que las instituciones políticas con las que estamos familiarizados en Occidente son el producto secundario de un cierto tipo de cultura cristiana de la Europa Occidental, y que nunca echará raíces fuera de los confines de esa cultura. / Así que la pregunta fundamental que se debe responder es si los valores y las instituciones occidentales tienen una importancia universal o representan el éxito temporal de una cultura actualmente hegemónica. / (…) De los muchos desafíos para el escenario evolutivo optimista planteado en El fin de la historia, comprendidos adecuadamente, hay cuatro que considero los más graves. El primero guarda relación con el islam como un obstáculo para la democracia; el segundo tiene que ver con el problema de la democracia en un plano internacional; el tercero hace referencia a la autonomía de la política, y el último atañe a las consecuencias imprevistas de la tecnología”. Desarrollando esta última preocupación sobre las consecuencias imprevistas de la tecnología, en 2.002, en la obra "Nuestro futuro poshumano" (“Our Posthuman Future: Consequences of the Biotechnology Revolution”), Fukuyama trata las formas en que la biotecnología puede modificar la esencia humana argumentando que "es fundamental para nuestras nociones de justicia, moral y calidad de vida" porque al socavar la dignidad humana nos encontramos ante "el reinicio de la Historia".

Los acontecimientos de los últimos años, especialmente tras los atentados del 11-S, han provocado nuevos planteamientos como los de George Will en el sentido de que la historia vuelve de sus “vacaciones". Este autor conservador habla el final de “las vacaciones que Estados Unidos se ha tomado del curso de la Historia” porque el impacto de la realidad perjudica la idea de la tolerancia al tiempo que Fareed Zakaria, un hindú emigrado a Estados Unidos en 1.982, dice haber llegado "el fin del fin de la historia". En su libro “El futuro de la Libertad” (“The Future of Freedom”, 2.003) Zakaria plantea que la cultura liberal es requisito para que funcione la democracia a largo plazo y que la cultura liberal forjada durante el primer siglo y medio de los Estados Unidos prácticamente desapareció en el siglo XX haciendo que sus instituciones hayan tenido una transformación tan profunda que alarmaría al historiador Alexis de Tocqueville y a los Padres de la Patria estadunidense. El mismo año 2.003 en que Fareed Zakaria publica este libro un artículo suyo aparecido en “Newsweek” antes de la guerra de Irak dice “que la era actual puede tener realmente sólo un nombre, el mundo unipolar; una época con sólo una potencia global. La posición de Estados Unidos hoy no tiene precedente. (…) El dominio estadounidense no es simplemente militar. La economía del país es tan grande como las de Japón, Alemania y Gran Bretaña juntas” y Estados Unidos “es económicamente más dinámico, demográficamente más juvenil y culturalmente más flexible que cualquier otra parte del mundo”. Frente a esta realidad, señala, lo que preocupa al resto del mundo “es vivir en un mundo definido y dominado por un país: Estados Unidos”. Cinco años después, en Mayo de 2.008 y pocos días antes de escribirse este artículo, se publica en Estados Unidos el nuevo libro de Fareed Zakaria “The Post-American World”, del que no me consta traducción al castellano pero que en su literalidad debería ser titulado ”El mundo post-americano”. El él nos cuenta su autor que aun cuando Estados Unidos sigue siendo la gran potencia política y militar “en cualquiera otra dimensión - industrial, financiera, educacional, social, cultural - la distribución de poder está cambiando, alejándose del dominio estadounidense”. Señala que la aparición de nuevos mercados y el crecimiento económico hacen al mundo cada vez más descentralizado e interconectado dando lugar “a un mundo post estadounidense definido y dirigido desde muchos lugares y por muchas personas”. Plantea que “si el sistema económico es la fortaleza principal de Estados Unidos, su sistema político es su mayor debilidad” e invita al Estado más poderoso del mundo a adaptarse a la realidad de un mundo cambiante por medio de una expresión típicamente estadounidense: “wake up and smell the coffee”, literalmente “despierta y huele el café”, algo así como las expresiones usadas en España de “despabílate” o “despierta”.

Samuel Philips Huntington, Profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de Harvard nacido en 1.927, planteó en la revista estadounidense “Foreign Affairs” la tesis del “Choque de Civilizaciones” en un artículo titulado de igual nombre pero con interrogación (“The Clash of Civilizations?”, 1993) que posteriormente desarrolló en su libro “El choque de civilizaciones y la reconfiguración del orden mundial” (“The clash of civilitzations and the remarking of world order”, 1.996). Esta idea de “Choque de Civilizaciones” ya había sido adelantada por Arnold Joseph Tonybee (1.889 - 1.975) historiador británico que considera las civilizaciones como el resultado de la respuesta que un grupo humano ofrece a los desafíos que experimenta. Su principal obra es “Un estudio de la Historia” (“A Study of History”, doce volúmenes publicados entre los años 1.934 y 1.961). Según Tonybee una civilización fracasa al no poder hacer frente a los desafíos que debe asumir y, acogiendo la posibilidad de superación, plantea que Occidente pueda sustraerse a la decadencia general de las civilizaciones negando el determinismo de historiadores como Oswald Spengler (1.880 – 1.936). Spengler en su ensayo “La decadencia de Occidente”, cuyo primer volumen aparece en 1.918 y el segundo en 1.923, plantea que las civilizaciones siguen un modelo cíclico que recoge diversas etapas: la Apolínea o Clásica, la Mágica, propia del mundo islámico, la Fáustica u Occidental, y la de Decadencia. Spengler, estudió a Heráclito (544 a. C. - 484 a. C.), aquel que fue conocido como ”el Oscuro de Éfeso” por su forma de expresión lapidaria y enigmática y que fundamentó su filosofía en la idea del flujo universal de los seres afirmando que el devenir está animado por el conflicto al decir que "La guerra ("pólemos") es el padre de todas las cosas". Las frases de Heráclito recuerdan a Parménides (510 a. C. - 450 a. C.) cuando este último nos dice "preciso es saber que la guerra es común (…) y que todo acontece por la contienda y la necesidad”. La idea de choque forma parte de la comprensión dialéctica de la historia desde tiempos antiguos y aunque en su concepto moderno ha sido popularizado por Spengler, Tonybee lo matiza restringiendo la noción de lo que será definido como "choque de civilizaciones" al ámbito geopolítico y considerándolo un "contacto espacial entre civilizaciones" en términos de desafío y respuesta hasta que una de ellas termina derrotada. Esta idea de choque no podemos menos que relacionarla con la noción de decadencia de las culturas presentada por Spengler y que hemos comentado unas líneas antes, concepto este de decadencia que igualmente no es algo totalmente novedoso en la obra de Spengler ya que siendo apreciado desde la Antigüedad el primer título emblemático en este sentido es la “Historia de la decadencia y caída del Imperio romano” (“The History of the Decline and Fall of the Roman Empire, publicada entre 1.776 y 1.788) obra de Edward Gibbon (1.737-1.794)

Huntington, en su artículo de 1.993, plantea que “los estados-nación seguirán siendo los actores más poderosos del panorama internacional, pero los principales conflictos de la política global ocurrirán entre naciones y grupos de naciones pertenecientes a diferentes civilizaciones. El choque de civilizaciones dominará la política global. Las fallas entre las civilizaciones serán los frentes de batalla del futuro”. Según Huntington las civilizaciones se fundamentan en concepciones religiosas y son 1.- la Cristiandad occidental extendida por Europa y Norteamérica planteando que se dilucidará en el futuro la inclusión en esta civilización de 2.- el mundo iberoamericano (Sudamérica, Centroamérica y gran parte del Caribe) y 3.- los antiguos miembros de la Unión Soviética que pertenecen al mundo ortodoxo de Europa oriental y Rusia. 4.- La cuarta civilización de que nos habla es el mundo musulmán del Oriente Medio, el Maghreb, Afganistán, Pakistán, Malasia e Indonesia. 5.- La quinta es la judía, tanto en Israel como en la diáspora. 6.- La sexta es la hindú. 7.- La séptima la civilización sínica (o china) de China, Vietnam, Singapur, Taiwán y la diáspora china en Asia, el Pacífico y Occidente. 8.- La octava el África negra, ahora llamada sub-sahariana. 9.- La novena el budismo de Birmania, Bután, Camboya, Laos, el norte de la India, Mongolia, Nepal, Tailandia y el Tibet. 10.- Y la décima el Japón.

Aunque la expresión “Choque de Civilizaciones” se adjudica a Hutington parece que en realidad se debe al artículo publicado en 1.990 por Bernard Lewis con el título “Las raíces de la rabia musulmana” (“The Roots of Muslim Rage“) cuando trataba los motivos de enfrentamiento entre el mundo occidental y el islámico. Lewis, profesor de Historia islámica británico nacido en 1.916, plantea en su artículo que el Islam, habiéndose quedado anclado en el pasado, rechaza todo lo positivo del mundo moderno lleno de rabia contra Occidente. Según Lewis “en el Islam la lucha entre el bien y el mal muy pronto adquirió dimensiones políticas e incluso militares. (…) Mahoma no fue solo profeta y maestro, como los fundadores de otras religiones (…) su lucha incluía a un Estado y las fuerzas armadas. Si los combatientes de la guerra por el Islam, la guerra santa ‘en la senda de Dios’, luchan por Dios, se deduce que sus adversarios luchan contra Dios. (…) Dado que Dios es el soberano, el jefe supremo del Estado Islámico, entonces Dios, como soberano, está al frente del ejército. El deber de los soldados de Dios es enviar lo más pronto posible a los enemigos de Dios al lugar donde Dios los castigará, es decir: al otro mundo”. Lewis dice que “la causa más frecuentemente aducida para el sentimiento antiamericano entre los musulmanes es el apoyo norteamericano a Israel. (…) pero en los primeros años de la fundación de Israel, Estados Unidos mantuvo una cierta distancia, mientras que la Unión Soviética le reconoció de jure inmediatamente y le envió armas desde un país satélite (…). En 1956 fue Estados Unidos el que intervino enérgica y decididamente para lograr la retirada de israelíes, británicos y franceses de Egipto, y sin embargo, en los años cincuenta y sesenta los gobernantes de Egipto, Siria e Iraq y otros estados se dirigieron a los soviéticos y no a América por armas; luego formaron grupos de solidaridad con los soviéticos en las Naciones Unidas y en el mundo en general (….). Si la hostilidad va dirigida contra el imperialismo (…) ¿por qué debería incluir a Estados Unidos que aparte de un breve interludio en la zona de minoría musulmana de Filipinas, nunca ha gobernado a ninguna población musulmana?”.

Hay quien pretende vincular las teorías de Huntington y Lewis con determinados planteamientos de racistas o supremacistas como el historiador estadounidense Lothrop Stoddard (1.883 - 1.950), autor de “Pleamar de color contra la supremacía mundial blanca” (“Rising Tide of Color Against White World Supremacy”, 1920) o "La rebeldía contra la civilización" (1.926) y el también estadounidense Abogado Madison Grant (1.865 - 1.937), conservacionista e higienista racial famoso en esta segunda faceta gracias a su popular libro “La caída de la Gran Raza” (“The Passing of the Great Race”, 1.916) considerado uno de los más influyentes trabajos sobre el racismo científico y el higienismo racial. Igualmente hay quien apunta como antecedente los comentarios y observaciones hechos, entre otros, en la obra del británico Evelyn Baring, Conde de Cromer, (1.841 – 1.917), político y diplomático que junto a Lawrence de Arabia ha sido considerado el británico del que mejor recuerdo guardan los egipcios. Desde 1.883 hasta 1.907 fue el representante de la Corona británica en Egipto. En su libro “Modern Egypt”, 1.908, critica la sociedad musulmana de Egipto y dice, refiriéndose a los poderes del Jedive (Virrey) Ismail Pashá que: “El jefe del Estado dispone de una autoridad sin límites. Dispone de las vidas y las propiedades de sus súbditos. Constituye el único y final tribunal de apelación en todos los asuntos, grandes o pequeños”.

Se suele admitir que Huntington considera los conflictos entre civilizaciones inevitables debido a sus distintos sistemas de valores recordando que la democracia sólo ha prosperado en países de civilización cristiana y que tras la Guerra Fría los conflictos mundiales han sucedido en los límites de las civilizaciones mientras que son escasos los conflictos en el interior de ellas siendo ejemplos de esto las guerras de Chechenia, las que desintegraron Yugoslavia y las que han enfrentado India y Pakistán. Por el contrario se presenta como antítesis de la teoría de Huntington la “Alianza de Civilizaciones” propuesta por el Presidente del Gobierno español José Luis Rodríguez Zapatero el 21 de Septiembre de 2.004 durante la celebración de la cincuenta y nueve Asamblea General de la ONU. En contra de lo que se ha criticado a Huntington este podría no proclamar la inevitabilidad del conflicto al sostener que “los choques de civilizaciones son la mayor amenaza para la paz mundial” y que “un orden internacional basado en las civilizaciones es la garantía más segura contra una guerra mundial” con lo que podría estar preconizando la necesidad de buscar una fórmula de colaboración. La “Alianza de Civilizaciones” plantea, en palabras de Zapatero ante la ONU, que "habrá de formarse a partir del estudio por parte de un grupo de alto nivel" que tiene “como objetivo fundamental profundizar en la relación política, cultural, educativa, entre lo que representa el llamado mundo occidental y en este momento histórico el ámbito de países árabes y musulmanes". Respecto al terrorismo dijo que “no tiene justificación como la peste, pero como ocurre con la peste se puede y se deben conocer sus raíces, se puede y se debe pensar racionalmente cómo se produce, cómo crece, para combatirlo racionalmente" para continuar diciendo que "el terrorismo necesita un combate a través de unas determinadas pautas. Es no sólo más adecuado desde el punto de vista del orden internacional, sino que también es más eficaz". Se ha querido ver en la propuesta de Zapatero la recuperación de la que años antes se atribuyó ante la ONU al Presidente de la República Islámica de Irán Muhammad Jatami (nacido en 1.943 y Presidente de Irán 1.997 y 2.005) de "Diálogo entre civilizaciones"; pero ya en 2.001 la UNESCO había celebrado en Vilnius, Lituania, una conferencia internacional sobre el diálogo entre civilizaciones durante los días 23 y 26 de Abril y se acepta que ya se habían planteado varias iniciativas similares. A pesar de que la propuesta de Zapatero tuvo buena acogida en la siguiente decimoséptima Cumbre de los Estados Árabes celebrada en Marzo de 2.005 en Argel no la ha tenido en las sociedades musulmanas aun cuando al menos formalmente se ha llegado a proponer respecto a Oriente Medio y por círculos gubernativos musulmanes como alternativa al sistema de democratización planteado por Estados Unidos como “Gran Oriente Medio”, abreviado GOM, (Greater Middle East ) promovido por el Presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado de Estados Unidos, el republicano Richard D. Lugar.

Obligado resulta señalar lo probablemente poco acertado que puede resultar el término “Alianza de Civilizaciones” (y también “Choque de Civilizaciones” en la traducción hecha de “The Clash of Civilizations?”) en castellano toda vez que, como recoge el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, “civilización” es tanto el “estadio cultural propio de las sociedades humanas más avanzadas por el nivel de su ciencia, artes, ideas y costumbres” como la “acción y efecto de civilizar” por lo que quizás hubiera resultado más adecuado hablar de “Alianza de Culturas” toda vez que el Diccionario define cultura como el “conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social, etc” y “culto religioso”, señalando que la cultura popular es el “conjunto de las manifestaciones en que se expresa la vida tradicional de un pueblo”. La confusión de los términos arranca en castellano del latín, lengua en que la palabra cultura originariamente se relacionaba con el cultivo del campo y el culto a los dioses viniendo a adquirir el concepto de cultura en un sentido cercano al que hoy tenemos. Los romanos hablaban de cultivo del espíritu como “cultura animi” llamando “civilis” a la persona sociable y “civilitas” a la cualidad de sociabilidad. La palabra civilización parece haber sido usada por vez primera bajo la forma francesa “civilisation” por parte del Conde de Mirabeau, padre del político de igual apellido, en su obra “El amigo de los hombres, tratado sobre la población” (“L’ami des hommes ou traité de la population”, 1.756), viniendo a significar algo así como “acivilar” o “hacer civil” y pasando a las otras lenguas europeas con una complicación en la lengua alemana que distinguió entre kultur, cultura, y zivilisation, civilización. En el siglo XIX la palabra civilización se usó por las potencias coloniales para distinguirse a sí mismas de los pueblos objeto de colonización a los que se equiparaba con bárbaros y provocando la reacción que refleja la carta del libanés Farajalá Haik al decir: “habéis despertado en nosotros necesidades que no podéis satisfacer y nos habéis creado problemas que no podéis solucionar cuando lo único que queríamos era vivir en paz con dignidad”. La UNESCO en la Declaración de Vilnus creyó oportuno decir que “las civilizaciones son entidades de fe, de memoria histórica, de imaginación moral y de relación humana. Engloban a culturas históricamente únicas y se afirman como formas irreemplazables de creatividad humana y como las sensibilidades intelectuales y morales de grupos humanos extensos”. Puede que esta no sea la definición más correcta para el ámbito de lengua castellana y que resulte precisa una acción que, superando las incongruencias del lenguaje políticamente correcto, aporte definiciones más precisas. Curioso igualmente es recordar el antecedente propuesto por el diálogo interconfesional iniciado desde 1.965 con el Concilio Vaticano II y recogido en la Encíclica “Nostra Aetate” de lo que, por equiparación de religiones con culturas (según las anotaciones que he hecho) o civilizaciones (según los expresiones que considero posiblemente erróneas) puede considerarse un antecedente de la propuesta conocida como “Alianza de Civilizaciones”.

En el antes citado artículo de Francis Fukuyama “La historia va a nuestra manera” nos dice que “la cuestión central planteada por Huntington reside en si las instituciones de la modernidad, como la democracia liberal y el libre mercado, sólo funcionarán en Occidente o si poseen un atractivo más amplio que les permita progresar en las sociedades no occidentales. Yo creo que sí. La prueba podemos encontrarla en el progreso que la democracia y el libre mercado han experimentado en regiones como el este de Asia, Iberoamérica, la Europa ortodoxa, el sur de Asia e incluso África. La prueba también podemos verla en los millones de inmigrantes del Tercer Mundo que cada año votan con su propia movilidad por vivir en sociedades occidentales y asimilar eventualmente los valores occidentales. El flujo de personas desplazándose en dirección opuesta convierte en insignificante, por comparación, al número de los que quieren hacer saltar por los aires todo lo que puedan de Occidente”.

Gonzalo Antonio Gil del Águila

Granada, 1 de Junio de 2.008

2 comentarios :: EL FIN DE LA HISTORIA Y LA CONFRONTACIÓN CULTURAL

  1. En primer lugar, felicidades por crear un espacio de debate en el que domina la inteligencia y la cultura.

    Muy buena exposición de las tesis de Fukuyama,a menudo tachado de reaccionario por quienes olvidan que, como él mismo bien dice, tanto Hegel, como Marx enunciaron previamente ese concepto. Para Hegel el fin de la Historia sería la consumación del Espíritu en sí mismo. Para Marx, la abolición de la sociedad de clases. Ambos partían de un argumento común: la Historia es un proceso dialéctico (perdonad la simplificación) de carácter teleológico. Me gustaría apuntar que esa idea proviene del cristianismo -entendido aquí como filosofía y no como religión-: el universo tuvo un principio, y en consecuencia ha de tener un fin. Los historiadores de las mentalidades han subrayado cómo los postulados hegelianos y marxistas hunden sus raíces en ese sustrato helenístico-cristiano.

    La historia como discurso sobre la Historia surgió en la "Polis" como crítica del mito y triunfo del "logos". Más tarde, fue asumido por Roma y el cristianismo. Después por todos los pensadores críticos con "el presente eterno". No es de extrañar que Nietzsche, reivindicara el "eterno devenir" de presocráticos como Heráclito.

    Termino. Lo sugerente de esta entrada es el poner de relieve que las sociedades y culturas sin una conciencia histórica difícilmente pueden proponer proyectos de futuro.

    Sólo aquéllas que conciben su ser como devenir -incluido en él su fin- son capaces de convertir la teleología subyacente a sus planteamientos en acciones tendentes a su mejora; las que viven exclusivamente en el "ser" están abocadas políticamente a la imposición violenta de su sentir, pues para ellas el cambio es terror.

  2. Los postulados de Fukuyama no me parecen sólidos.
    ¿Una democracia liberal es el fin de la historia? No se puede obviar que son más los seres humanos que viven en sistemas políticos no democráticos (más del triple, concretamente), que miles de millones de personas están fuera de un mercado cada vez más excluyente (cuanto más aumenta el PIB mundial, más se incrementan las desigualdades) y que tras la caída del muro, el número e intensidad de los conflictos armados han superado por 10 veces las expectativas más pesimistas.
    El último “pensamiento único” se desmoronó con las torres gemelas y no tengo claro si el cambio apunta a un mundo multipolar y deslocalizado, conformado por grandes civilizaciones aliadas o en conflicto, o a la instauración de un sistema de gobernanza mundializado. El pensamiento humano tiende a descomponer y componer la realidad simplificándola, por lo que no es de extrañar que desde una perspectiva etnocéntrica, lleguemos a pensar que hay o haya habido alguna vez un pensamiento único.
    Además, el simplismo de estos argumentos es más patente cuando tenemos en cuenta los grandes retos globales a los que se enfrenta la humanidad, y cuya resolución parece lejana; la crisis energética, las nuevas tecnologías dependen de un mineral muy escaso llamado coltán, el cambio climático, la crisis ambiental… La competitividad llevada al paroxismo es ineficiente. La cultura, desde una perspectiva materialista, depende de los modos de producción y éstos, están llamados a cambiar. Supongamos que no resolvemos estas crisis globales ¿No habrá un cambio cultural de primer orden? ¿No será la tan denostada por Fukuyama sociedad islámica u otras orientales las que resistirían mejor estos cambios?
    Estoy mucho más de acuerdo con las tesis de Oswald Splenger, si bien la ciclicidad de la historia no sigue patrones lineales y continuos, sino que se producen importantes momentos de crisis en las que pueden producirse cambios de orden mayor.