EL CONCURSO DE CANTE JONDO DE 1.922 Y EL DUENDE DE LORCA

Manuel de Falla (1.876-1.946), el compositor de música clásica que junto a Isaac Albéniz y Enrique Granados es considerado uno de los pilares de la música nacional española, vivió en Granada entre 1.919 y 1.939, calificando la ciudad en que compuso "El amor brujo" como "mi pequeño París" al compararla con la capital francesa en la cual había residido previamente. La inquieta vida intelectual que impregnaba a sectores significativos de la sociedad granadina, aunque no populares ni multitudinarios, dio lugar a tertulias como la del café Alameda, que se encontraba donde el local conocido hasta hace poco por el restaurante llamado "Chikito", en la que se daban cita figuras como Manuel de Falla, Federico García Lorca (1.898-1.936), Fernando de los Ríos (1.879-1.949), Melchor Fernández Almagro (1.893-1.966) al que se nombra generalmente como Melchor Almagro, y el pintor Manuel Ángeles Ortiz al que conocemos por el más popular nombre de Manolo (1.895-1.984). La amistad y colaboración entre Falla y Lorca son algo conocido así como que este último y el pintor Manolo Ángeles Ortíz realizaron un esfuerzo promoviendo la recuperación de la música popular y la preparación del Concurso de Cante Jondo que finalmente se celebró durante las Fiestas del Corpus de 1.922 en la plaza de los Aljibes de la Alhambra. La asistencia al mismo congregó a numerosos artistas e intelectuales que o bien a menudo debatían en las tertulias granadinas de la época o bien, como Juan Ramón Jiménez (1.881-1.958) o Ramón Gómez de la Serna (1.888-1.963) se mantenían en el ámbito de la inquietud intelectual. El Concurso, que provocó fuertes reacciones opuestas entre quienes lo aplaudían y quienes lo criticaban, contó entre otras con las memorables intervenciones de Antonio Chacón (1.869-1.929), Manolo Ortega Suárez, llamado “Manolo Caracol” (1.909-1.973) o Diego Bermúdez Cala, conocido como “el Tenazas” (1.850-1.933). Con el Concurso se buscaba recuperar el cante popular así como reivindicar el papel del pueblo en la creación artística siguiendo un planteamiento mantenido en aquellos años por Menéndez Pidal (1.869-1.968) al considerar que la lírica popular y su expresión oral están presentes como fundamento de la cultura.
La Generación del 98, salvo excepciones, denostó el “Flamenquismo” por considerarlo algo negativo y causa de los males de España, englobando en él no sólo el cante y las costumbres denominadas gitanas o andaluzas si no también la tauromaquia y otros elementos populares de acuerdo con los postulados de Eugenio Muñoz Díaz, conocido por su pseudónimo Eugenio Noel (1.885-1.936), periodista republicano y socialista que inició en 1.913 una campaña antiflamenca viajando por toda España. Como antítesis de Eugenio Noel, Lorca, en relación con la obra pictórica de Manolo Ángeles Ortiz, le dijo a este último que “la poesía de tu pintura y la pintura de mi poesía nacen del mismo manantial” y el manantial de Manolo Ángeles Ortiz, pintor a quien, por cierto, se debe el cartel del Concurso, fue comparado por él mismo con una guitarra tocando la “soleá” siendo destacable que la mayor parte de su obra pictórica ha sido calificada de “cubismo lírico” o incluso “cubismo jondo”. En palabras del cantaor Manuel Torres (1.878-1.933), que intervino en el evento pero fuera del concurso, “lo que vale en el cante jondo es el gusanillo que se le mete a uno dentro, aquello que Lorca, con evidente lirismo literario, llamó "duende". No en vano, en el Poema del Cante Jondo en 1.921 que Lorca dedica “A Manuel Torres, Niño de Jerez, que tiene tronco de Faraón” nos dice: "Empieza el llanto / de la guitarra. / Es inútil callarla. / Es imposible / callarla.”. ¿Y por qué es imposible callarla? El poeta nos da la razón: “Es imposible / callarla. / Llora por cosas / lejanas”. Podría decirse que por cosas tan lejanas como el más antigüo recuerdo del pueblo o quizás por algo todavía más lejano. Ese Cante Jondo que en palabras de Rafael Alberti Merello (1.902-1.999) es un canto “andaluz de oscuros orígenes, emparentado con cantos orientales de la Persia y la India, cruzado de lamentos litúrgicos”, ¿no nos podría servir para comprender la esencia del pueblo y de su espíritu? Lorca, en una conferencia impartida en Madrid en 1.933, nos sorprenderá con una respuesta que trasciende lo aparentemente folclórico andaluz e hispánico para profundizar en lo eterno humano al explicar que “el duende es un poder y no un obrar, es un luchar y no un pensar”; es el “poder misterioso que todos sienten y que ningún filósofo explica”; es “el mismo duende que abrazó el corazón de Nietzsche, que lo buscaba en sus formas exteriores (…), sin encontrarlo”, advirtiendo que no desea que se confunda “al duende con el demonio teológico de la duda (…) ni con el diablo católico” porque el duende del que nos habla, “oscuro y estremecido, es descendiente de aquel alegrísimo demonio de Sócrates (…) y del otro melancólico demonillo de Descartes”. Advierte Lorca que “todas las artes, y aun los países, tienen capacidad de duende, de ángel y de musa; y así como Alemania tiene, con excepciones, musa, y la Italia tiene permanentemente ángel, España está en todos tiempos movida por el duende, como país de música y danza milenaria, donde el duende exprime limones de madrugada, y como país de muerte, como país abierto a la muerte” en el que es posible “la liturgia de los toros, auténtico drama religioso donde, de la misma manera que en la misa, se adore y se sacrifica a un Dios”.

Cuando estalló la Guerra Civil Lorca, que había dicho de sí mismo poco antes que era al mismo tiempo católico, comunista, anarquista, libertario, tradicionalista, monárquico y “español integral” al que le “sería imposible vivir fuera de mis límites geográficos”, pero que ocultó su presumible krausismo y su cercanía o incluso filiación masónica, fue detenido y muerto. Manuel de Falla, que buscó el exilió en Argentina al terminar la contienda y no regresó a España a pesar de las ofertas del Nuevo Régimen franquista, intercedió cuanto pudo a favor de su amigo el poeta. Pero Falla no pudo evitar su muerte al igual que nadie pudo impedir que el "gusanillo" y el "duende" que salieron a la luz en el Concurso de 1.922 se convirtieran en pintorescos reclamos turísticos de los que hablaba el Noticiario Documental (NODO) y de los que en la actualidad se han apropiado intereses partidistas y localistas. En cierta manera el duende del que hablaba Lorca en su conferencia quedó muerto o dormido al morir o dormir los que hablaban de él porque, parafraseando parte de ese discurso, “todas las artes son capaces de duende, pero donde encuentra más campo, como es natural, es en la música, en la danza y en la poesía hablada, ya que estas necesitan un cuerpo vivo que interprete, porque son formas que nacen y mueren de modo perpetuo y alzan sus contornos sobre un presente exacto”. Quizás el Arte que está más allá del llanto de la guitarra aun deba decir, tomando palabras del poema lorquiano de La muerte oscura: “Quiero dormir un rato,/un rato, un minuto, un siglo;/ pero que todos sepan que no he muerto” esperando el día en que pueda despertar al igual que un Julio Verne (1.828-1.905) emergente de su tumba alzando la mano derecha al Cielo “hacia la inmortalidad y la eterna juventud” (1).

(1) La tumba de Julio Verne se encuentra en el cementerio de La Madeleine en la localidad de Amiens, en Francia, obra del escultor Albert-Dominique Roze (1861-1952) amigo de Verne, el cual la esculpió a petición del propio escritor.

Gonzalo Antonio Gil del Águila

Granada, 6 de Diciembre de 2.007

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