GRANADA DESCRITA POR TRES CRISTIANOS RENACENTISTAS

El médico austríaco Ieronimus Münzer, que viajó por la Península entre 1.494 y 1.495, al referirse a La Alhambra dice que vio “palacios incontables, enlosados con blanquísimo mármol; bellísimos jardines, adornados con limoneros y arrayanes (...) Todo está tan soberbia, magnífica y exquisitamente construido, de tan diversas materias, que se creería un paraíso. No me es posible dar cuenta de todo (...) Al pie de los montes, en una buena llanura tiene casi en una milla muchos huertos y frondosidades que se pueden regar por canales de agua; huertos, repito, llenos de casas y de torres, habitadas durante el verano que viéndolos en conjunto y desde lejos los creerías una populosa y fantástica ciudad. Principalmente hacia el noroeste, en una legua larga, o más, contemplamos estos huertos, y no hay nada más admirable. Los sarracenos gustan mucho de los huertos, y son tan ingeniosos en plantarlos y regarlos que no hay nada mejor. Es además un pueblo que se contenta con poco y vive en su mayor parte de los frutos que de ellos saca, y que no les faltan durante todo el año”.

El humanista italiano Pietro Martire d’Anghiera (1.459-1.524) cuando visitó Granada ya entrado el XVI dijo: “A todas las ciudades que el sol alumbra, es, en mi sentir, preferible Granada.(...) Las cercanas montañas se extienden en torno en gallardas colinas y suaves eminencias, cubiertas de olorosos arbustos, de bosquecillos de arrayán y de viñedos. Todo el país, en suma, por su gala y lozanía, y por su abundancia de aguas, semeja los Campos Elíseos. Yo mismo he probado cuánto estos arroyos cristalinos, que corren entre frondosos olivares y fértiles huertas, refrigeran el espíritu cansado y engendran nuevo aliento de vida”.

Andrea Navagero (1.483-1.529), escritor y diplomático veneciano, rememorando su viaje a España en 1.524 dice que “Toda aquella parte que está más allá de Granada es bellísima, llena de alquerías y jardines con sus fuentes y huertos y bosques, y algunas de las fuentes son grandes y hermosas; y aunque éstos sobrepujan en hermosura a los demás, no se diferencian mucho de los otros alrededores de Granada; así los collados como el valle que llaman la Vega, todo es bello, todo apacible a maravilla y tan abundante de agua que no puede serlo más, y lleno de árboles frutales, ciruelas de todas clases, melocotones, higos (...) albérchigos, albaricoques guindos y otros, que apenas dejan ver el cielo con sus frondosas ramas (...). Por todas partes se ven en los alrededores de Granada, así en las colinas como en el llano, tantas casas de moriscos, aunque muchas están ocultas entre los árboles de los jardines, que juntas formarían otra ciudad tan grande como Granada; verdad es que son pequeñas, pero todas tienen agua y rosas, mosquetas y arrayanes, y son muy apacibles, mostrando que la tierra era más bella que ahora, cuando estaba en poder de los moros; al presente se ven muchas casas arruinadas y jardines abandonados, porque los moriscos más bien disminuyen que aumentan, y ellos son los que tienen las tierras labradas y llenas de tanta variedad árboles; los españoles, lo mismo aquí que en el resto de España, no son muy industriosos y ni cultivan ni siembran de buena voluntad la tierra, sino que van de mejor gana a la guerra o a las Indias para hacer fortuna por este camino más que por cualquier otro”.

Gonzalo Antonio Gil del Águila

Granada, 23 de Diciembre de 2.007

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