SAN CECILIO, LOS SIETE VARONES APOSTÓLICOS Y LOS LIBROS PLÚMBEOS

Son muchos los que aceptan la visita de San Pablo Apóstol, muerto martirizado el año 67, a España entre los años 63 y 64. La visita la recogen San Clemente Romano en su Primera Carta a los Corintios, el que según la tradición fue el tercer sucesor de San Pedro y murió martirizado el año 97, unas actas apócrifas atribuidas a los apóstoles San Pedro y San Pablo y varios testimonios existentes en las Iglesias de Oriente y Occidente. El deseo de visitar España se encuentra en el capítulo 15 versículo 24 de la Carta a los Romanos de San Pablo al decir “cuando me dirija a España”.
Parece ser que en algún momento posterior a la visita de San Pablo, quizás entre 64 y 65, llegaron a España los siete Varones Apostólicos. Estos fueron los Santos Cecilio, que desarrolló su actividad apostólica en Iliberri (Elvira-Granada), Eufrasio en Iliturgi (Andújar), Hesichio en Carteia (Cazorla), Indalecio en Urci (Almería), Segundo en Abula (Abla), Tesifonte en Bergi (Berja) y Torcuato en Acci (Guadix). En la fachada principal de la Catedral de Guadix, en la provincia de Granada, pueden contemplarse las esculturas de San Pedro y los siete Varones Apostólicos, obra realizada en 1.992 por la escultora almeriense María de los Ángeles Lázaro Guil, nacida en Almería en 1.959.

Marcelino Menéndez Pelayo (1.856-1.912) en "Historia de los heterodoxos españoles" nos dice acerca de San Pablo y de los Varones Apostólicos que “De la predicación de San Pablo entre los españoles nada sabemos, aunque es tradición que el Apóstol desembarcó en Tarragona. (…) Algo y aun mucho debió de fructificar la santa palabra del antiguo Sáulo (1), y así encontraron abierto el camino los siete varones apostólicos, a quienes San Pedro envió a la Bética por los años de 64 ó 65. Fueron sus nombres Torcuato, Ctesifon, Indalecio, Eufrasio, Cecilio, Hesichio y Secundo. La historia, que con tanta fruición recuerda insípidas genealogías y lamentables hechos de armas, apenas tiene una página para aquellos héroes que llevaron a término en el suelo español la metamorfosis más prodigiosa y santa. (…) Poco sabemos, fuera de la conversión prestísima y en masa del pueblo de Acci, afirmada por el oficio mozárabe”.

Cecilio, que procedente de la expresión latina “caecus” que tiene en “caéculus” su diminutivo, es el nombre del primer Obispo de Ilíberis el cual pudo morir quemado en el Monte Illipulitano, según algunos en tiempos Nerón (nacido en 37 reinó desde 54 hasta su muerte en 68) y según otros al comienzo del reinado Domiciano (nacido en 51 reinó desde 81 hasta su muerte en 96), siendo los reinados de estos dos emperadores los que vieron las dos primeras de las diez persecuciones que se desataron en el Imperio romano contra los cristianos. San Cecilio sería el ciego, tal como su nombre representa en latín, sanado milagrosamente por el propio Jesucristo con barro y saliva en la piscina de Siloé, y sus supuestos restos óseos junto a unos discos de plomo, llamados libros plúmbeos, aparecieron en las Santas Cuevas del Sacromonte en 1.594. Como consecuencia de este descubrimiento se creó la Abadía del Sacromonte en el Monte Ilipulitano, lugar que habiéndose convertido en centro de peregrinación llegó a contar en sus alrededores unas 1.200 cruces de las que en la actualidad sólo quedan 4. La historia de los extraños hallazgos comienza unos años antes, el 18 de Marzo de 1.588, festividad del Arcángel San Gabriel al que se considera protector de los musulmanes, fecha en la que, durante las obras de la Catedral, y derribado el minarete de la antigua Mezquita aljama conocido como Torre Turpiana, unos obreros moriscos dijeron encontrar una caja de plomo que contenía un hueso, un lienzo triangular y un pergamino escrito en árabe, castellano y latín. El lienzo se decía ser un trozo del paño en el que, durante la Pasión de Cristo, la Virgen secara sus lágrimas, y el pergamino una profecía de San Juan sobre Mahoma, Lutero y el fin del mundo. En 1.594, en la colina de Valparaíso donde hoy se asienta la Abadía del Sacromonte y en el lugar que se conoce como las Santas Cuevas, unos buscadores de tesoros dicen descubrir huesos, cenizas y láminas de plomo escritas en latín en las que se narra la historia de mártires de la época de Nerón. Los hallazgos de láminas de plomo se suceden hasta 1.599 conteniendo revelaciones hechas por la Virgen y San Santiago a los Santos Cecilio y Tesifón, ambos de raza árabe, diciéndose que esta raza es muy querida por Dios y que San Santiago ofició misa en Granada; defendiéndose la Inmaculada Concepción de la Virgen y apuntándose una síntesis entre las doctrinas cristianas e islámicas. El Arzobispo de Granada Pedro de Castro y los Reyes Felipe II y Felipe III se pronunciaron a favor de la autenticidad de los hallazgos mientras que la Santa Sede declaró auténticas las reliquias y falsos los libros por haber sido escritos para dañar la religión y contener herejías.

Considerándose la ciudad salvada de una epidemia de peste en el año 1.600 mientras se celebraba el Concilio Diocesano que iba a decidir la autenticidad de las Sagradas Cenizas de San Cecilio y sus compañeros, los demás Varones Apostólicos, el Arzobispo de Granada declaró en 1.646 el 1 de Febrero como día festivo en honor de San Cecilio. Antes de serlo San Cecilio la Granada posterior a la Reconquista contó con el prelado del siglo IV San Gregorio de Ilíberis, también llamado San Gregorio Bético, como Santo Patrón de la ciudad. La festividad de San Cecilio se celebra en la actualidad el primer Domingo de Febrero con una romería a la Abadía, en la que, tras una misa, hay bailes y música repartiéndose las tradicionales habas, "saladillas" o pan salado típico de Granada y bacalao.

Gonzalo Antonio Gil del Águila

Granada, 1 de Julio de 2.008

(1) Saulo es Pablo

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