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GRANADA ES UNA MUJER EN EL ROMANCE DE ABENÁMAR

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Juan II de Trastámara, hijo de Enrique III el Doliente y Catalina de Lancaster, nació en Toro en 1.405 y murió en Valladolid en 1.454, siendo Rey de Castilla desde 1.406 y hasta su muerte. Durante la regencia habida en su minoría de edad se reanudó la guerra enfrentando a Castilla y Granada entre 1.410 y 1.411. En 1.431, la guerra que vuelve a enfrentar a ambas partes, lleva a Juan II ante las puertas de Granada. A lo lejos ve la ciudad y, según el romance, exclama: “¡Abenámar, Abenámar, / moro de la morería, / el día que tú naciste / grandes señales había! / Estaba la mar en calma, / la luna estaba crecida, / moro que en tal signo nace / no debe decir mentira “. Este romance simboliza una situación guerrera en términos amorosos y corteses teniendo como protagonistas al Rey castellano Juan II, el moro Abenámar y la ciudad de Granada, divisada esta a los lejos, y en la cual no llega a entrar el cristiano. El Rey pregunta a Abenámar por los monumentos y éste le responde nombrándolos y describiéndolos. Abenámar, que según el romance es "hijo de un moro / y una cristiana cautiva" escucha cómo el Rey castellano dice a la ciudad “Si tú quisieses, Granada,/ contigo me casaría; / daréte en arras y dote / a Córdoba y a Sevilla”. A lo que Granada contesta “Casada soy, rey don Juan, / casada soy, que no viuda; / el moro que a mí me tiene / muy grande bien me quería".

¿Quién era el moro Abenámar? Según Menéndez Pidal se trataría de Yusuf Ibn Alahmar, castellanizado como Abenalmao, un noble granadino favorable a los castellanos; según Torres Fontes era un capitán que abandonó a Yusuf Ibn Alahmar pasándose al servicio de los castellanos; según Benichou “puede ser Abenalmao; puede ser Abenámar el capitán; y también, para decirlo todo, igual puede ser un interlocutor inventado, frente al rey de Castilla, en el proceso de elaboración del poema”.

Se piensa que ese versificado encuentro tuvo lugar con ocasión de la batalla de la Higueruela, ocurrida en las cercanías de Sierra Elvira, el 1 de Julio de 1.431, batalla que dio la victoria a las tropas cristianas y tras la cual los cristianos favorecieron la subida al trono granadino de Yusuf IV.

Gonzalo Antonio Gil del Águila

Granada, 23 de Diciembre de 2.007

LINAJES Y PROCEDENCIA DE LOS MOROS QUE SE ESTABLECIERON EN EL REINO DE GRANADA SEGÚN SIMONET

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En la obra “Descripción del Reino de Granada bajo la dominación de los Naseritas” de Francisco Javier Simonet, en la edición de 1.860, páginas 203 a 205, y bajo el título “Linajes y procedencia de los moros que se establecieron en el reino de Granada”, aclara el autor que “habiendo hablado en varios lugares de esta descripcion de los diversos establecimientos de árabes en el reino de Granada, mencionando señaladamente á los sirios y yemenitas, y diciendo que los habia allí de todas razas, paréceme conveniente el decir dos palabras acerca de los diferentes orígenes de aquella nacion. Los árabes, segun la opinion mas segura, se dividen en dos grandes ramas, una mas antigua y otra mas moderna, que traen su origen de dos patriarcas: Cahtan (que es el Yectan del capitulo X del Génesis) é Ismael, hijo de Abraham, entrambos descendientes de Sem, y por lo mismo pertenecientes á los pueblos llamados semitas ó semíticos. De Cahtan se derivaron, por uno de sus descendientes llamado Himyar, los himyaries, que poblaron el Yémen ó Arabia Feliz, una rama de los cuales vino despues establecerse en el Xam ó Siria, donde fundaron el reino de los gassanitas de Damasco, y otra en el Irac ó Caldea, fundando el reino de los lajmitas de Hira. De Ismael, por uno de sus descendientes llamado Modhar, vinieron los árabes modharitas, cuya lengua prevaleció sobre la de los cahthanitas, y es del Corán, habiendo poblado en la Mecca y otras partes del Arabia. De una y otra estirpe descendían los árabes que vinieron á España, pero singularmente de los yemenitas y sirios, unos y otros del linaje de Cahthan, de los cuales gran número se fijó en diferentes tiempos en el reino de Granada, como queda dicho en el lugar correspondiente de esta obra. Aqui solo diremos que á estos establecimientos de yemeníes y otros himyaritas en el reino de Granada debe añladirse el de varios tribus de este linaje, que menciona Almaccari como avecindadas en la capital de aquel reino, á saber: los Benu Adhhá y Benu Abdessalam, que fueron allí gente principal; los Benu Almontasir, que se distinguieron como alimes ó sabios; y los Benu Simac, que ejercieron en aquella ciudad del cargo de cadhies ó jueces”.
“Los Naseritas que reinaron en Granada descendian por Nasr y Obada de los antiguos linajes árabes de Jazrag y Aus, conocidos con el nombre comun de Ansaies, que quiere decir los auxiliares, por haberlo sido de Mahoma, y venian de la estirpe de Cahthan por la rama de Cahlan; de suerte que eran tambien himyacies”.

“Los Idrisitas que reinaron en Málaga procedian de la raza de Ismael o árabes modharitas, y del mismo linaje de Mahoma por su hija Fáthima, é Idris, uno de sus descendientes”.

“Digamos algo de los bereberes, ó berberiscos, establecidos en el reino de Granada. Estos excedian en número á los pobladores árabes, como lo indican Ebn Aljathuib y otros autores, y habían venido á España, parte en las primeras invasiones de los musulmanes, y parte en épocas posteriores, principalmente bajo el gobierno de Almanzor, en Córdoba, en el ultimo tercio del siglo IV de la hegira, X de nuestra era, y despues en las irrupciones de Almoravides y Almohades. De los que vinieron en la época de Almanzor procedió la dinastia de los Zeiritas, que dominaron en Granada en la primera época de este reino. Estos bereberes, raza diferente por su linaje de la árabe, y descendiente de los antiguos mauritanos y gétulos, uniéronse con los conquistadores venidos de la Arabia y Siria por el vinculo de la religion y por mútuos enlaces, formando con ellos la gente mora de Granada y de todo el Andalús; pero siempre conservaron rasgos distintivos de su diferente filiacion en las constumbres, usos y lenguaje, y asi los historiadores del reino de Granada procuraron no confundirlos: á este elemento se deben sin duda muchas de las diferencias que los musulmanes occidentales, y sobre todos los de España, presentan, con respecto á los árabes de Oriente, en usos, ciencias y artes; á ellos se debe en gran parte el carácter especial que distinguió al dialecto árabe que se hablaba vulgarmente en España, y del cual es un importante documento el -Vocabulista Arábigo" del P. Alcalá, y aun quizás se le deben ciertos nombres geográficos que se notan en aquel reino durante la época sarracena, y que no parecen pertenecer ni á la lengua árabe, ni al latin y demas idiomas hablados en otro tiempo en nuestra Península”.

“Además de los árabes y bereberes, se contaban entre los moros granadinos algunas otras razas, como godos y judíos convertidos al islamismo, y algunas familias de origen slavo ó esclavon, que vinieron en la época de Almanzor. Del linaje godo procedieron los Benu Hafsum, señores de Barbaxter, y del esclavon los dos primeros emires que reinaron en Almeria, Jairan y Zohair, llamados tambien Alaeríes, porque habian estado al servicio de Almanzor de Córdoba, que era Amerí, ó del linaje de Amer”.

Gonzalo Antonio Gil del Águila

Granada, 23 de Diciembre de 2.007

¿QUÉ ES DE TI DESCONSOLADO?

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Juan del Encina (nacido hacia 1.468 ó 1.469 posiblemente en Salamanca y muerto en 1.529), cuyo verdadero nombre era Juan de Fermoselle, fue poeta, músico y autor teatral. Se sabe que estudió en Salamanca con Nebrija, que en 1.492 entró al servicio del Duque de Alba, mantuvo relación con el Duque don Fadrique, residió en Roma, peregrinó a Jerusalén y viajó varias veces entre España e Italia hasta afincarse en León. Dedica unas de sus cantatas, “¿Qués de ti, desconsolado?” a Boabdil. Esta cantata dice:

“¿Qués de ti, desconsolado? / ¿Qués de ti, rey de Granada? / ¿Qués de tu tierra y tus moros? / ¿Dónde tienes tu morada?”. Está claro que refiriéndose a Boabdil, quien ya se ha alejado de la ciudad de Granada y sus gentes, desconsolado, le aconseja: “Reniega ya de Mahoma / y de su seta malvada, / que bivir en tal locura / es una burla burlada”. Y tras el consejo le exhorta: “Torna, tórnate, buen rey, / a nuestra ley consagrada, / porque si perdiste el reyno / tengas ellalma cobrada; / de tales reyes vencido / onrra te deve ser dada”. Mientras de la ciudad dice: “¡O Granada noblecida, / por todo el mundo nombrada!, / hasta aquí fueste cativa / y agora ya libertada. / Perdióte el rey don Rodrigo / por su dicha desdichada; / ganóte el rey don Fernando / con ventura prosperada, / la reyna doña Ysabel, / la más temida y amada, / ella con sus oraciones / y él con mucha gente armada”. Y concluye que “según Dios haze sus hechos / la defensa era escusada, / que donde Él pone su mano / lo impossible es quasi nada”.

Gonzalo Antonio Gil del Águila

Granada, 23 de Diciembre de 2.007

EL ARRIESGADO HERNÁN PÉREZ DEL PULGAR Y EL GALANTE DON IÑIGO LÓPEZ DE MENDOZA EN LA HISTORIA GENERAL DE ESPAÑA DE MODESTO LAFUENTE

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Modesto Lafuente y Zamalloa (1.806 –1.866) fue periodista, historiador y escritor. Entre otras obras se le debe su monumental Historia General de España, que escrita entre 1.850 y 1.867 en veintinueve volúmenes debió ser completada a su muerte por Juan Valera. En el tomo IX de la Historia General de España, en su edición de 1.859, podemos leer en las páginas 381 y 382 una breve cita de la hazaña del Ave María de Hernán Pérez del Pulgar y una curiosa historia del “galante don Iñigo Lopez de Mendoza”, conde de Tendilla. Leámos esos pasajes.

“Cuéntase entre otras la arriesgada y peligrosa hazaña que realizó Hernan Perez del Pulgar. Este campeon insigne, acompañado de quince de sus valerosos compañeros, buscados y escitados por él, partió un dia desde Alhama, su ordinaria residencia, camino de Granada, con el temerario designio y resolución de penetrar en la ciudad y ponerle fuego. Despues de haberse ocultado un dia entre las alamedas de la Malaha, tomaron un haz de delgada leña y prosiguieron la via de Granada sin ser vistos ni sentidos hasta llegar al pie de sus murallas. Guiábalos un granadino, moro converso, y bajo su direccion Pulgar con una parte de los intrépidos aventureros saltó por unas acequias, atravesó en el silencio de la noche las oscuras y desiertas calles, llegó a la puerta de la gran mezquita, y clavó en ella con su puñal un pergamino en que se leia el lema cristiano Ave-María. Dirigióse luego al vecino barrio de la Alcaicería, mas al sacar fuego del pedernal para encender y aplicar el haz de leña se oyó y divisó una ronda de moros; los aventureros desenvainaron sus espadas, arremetieron y dispersaron la ronda, espolearon sus caballos y dirigidos por el moro ganaron el puente y se alejaron de la ciudad, que al ruido de aquella refriega comenzaba ya á alborotarse. El rey premió largamente á los quince osados campeones, y concedió ademas á Pulgar asiento de honor en el coro de la catedral”.

El siguiente párrafo de la obra dice que “Noticioso el conde (de Tendilla) de que una doncella granadina, sobrina del alcaide Aben Comixa, que tenia concertado casamiento con el alcaide de Tetuan, iba á ser llevada á un puerto de la costa para embarcarla y trasportarla á Africa á celebrar sus bodas, determinó sorprenderla emboscándose en la sierra, como lo ejecutó apoderándose de la joven y de su pequeña comitiva, que llevó consigo a Alcalá (la actual Alcalá la Real), donde dispensó á los cautivos todas las atenciones de un cumplido caballero. Con noticia que tuvo de este suceso el alcaide Aben Comixa, tio de la bella Fátima, que asi se llamaba la doncella, despachó al caballero aragonés don Francisco de Zúñiga, á quien tenia prisionero, con carta del mismo Boabdil para el conde, ofreciendo para el rescate de la novia hasta cien cautivos cristianos de los de Granada, los que el conde eligiese. A esta propuesta contestó el de Tendilla poniendo a Fátima á las puertas de Granada, escoltada por los suyos, despues de haberle regalado algunas joyas. Agradecido Boabdil á la galantería del caballeroso conde, dió libertad á veinte sacerdotes cristianos y ciento treinta hidalgos castellanos y aragoneses, y mas agradecido todavía Aben Comixa entabló desde aquel dia y mantuvo despues amigable correspondencia con el galante don Iñigo Lopez de Mendoza".

Historias ambas que evocan desde una perspectiva romántica tiempos de valor, hidalguía y caballerosidad que no se encuentran presentes en las guerras modernas.

Gonzalo Antonio Gil del Águila

Granada, 23 de Diciembre de 2.007

REQUETÉS EN GRANADA

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Si se dice a los granadinos que la Cofradía de Nuestra Señora de los Dolores nace vinculada al Tercio de Requetés Isabel la Católica y que se aprecia en la cruz de su escudo un símbolo carlista probablemente no lo crean o a lo sumo muestren perplejidad pensando que esas son cosas que se circunscriben a Navarra y el País Vasco desconociendo el fugaz pero importante papel que el Carlismo desempeñó en Andalucía durante la Segunda República y la Guerra Civil hasta el Decreto de Unificación de 1.937.

Teniendo como trasfondo la sucesión dinástica de Fernando VII, el “Rey Deseado”, se inició en 1.833 la primera de tres guerras civiles que llamadas Guerras Carlistas asolaron España entre 1.833-1.840, 1.846-1.849 y 1.872-1.876. El pretendiente, Carlos María Isidro Benito de Borbón y Borbón-Parma (1.788-1.855) aspiraba al trono español con el nombre de Carlos V, era el segundo hijo de los Reyes Carlos IV y María Luisa de Parma, hermano de Fernando VII y tío de la futura Reina Isabel II, entonces en minoridad de edad y con los liberales apoyando la Regencia inicialmente asumida por su madre María Cristina, la viuda de Fernando VII. Conocido por el sobrenombre de don Carlos el pretendiente representaba la vuelta al Antiguo Régimen de acuerdo con el legendario lema carlista “por Dios, por la Patria y el Rey”. Oponiéndose a la instauración de la Segunda República, los carlistas se unieron en 1.931 con el Partido Católico Nacional y el Partido Católico Tradicionalista con el nombre de Comunión Tradicionalista, y contra todo pronóstico el Carlismo encontró importante acogida en Andalucía, a la que se llamaría la "Navarra del Sur", siendo destacada la acción del Abogado carlista onubense Manuel Fal Conde (1.894- 1.975).

Los carlistas contaban con una organización paramilitar denominada Requeté, término cuya más antigüa alusión se encuentra en 1.835 refiriéndose al Tercer Batallón de Navarra denominado del Requeté. Los integrantes de ese Batallón destacaron por su valor y el término requeté se empleó como sinónimo de combatiente carlista. Tras el Alzamiento Nacional de los días 17 y 18 de Julio de 1.936, la ciudad de Granada se integra en el bando sublevado y en ella se crean dos Tercios o Batallones Carlistas, el de Nuestra Señora de las Angustias y el de Isabel la Católica, los cuales pronto integrarán sus tropas en la Columna del Coronel Varela (1) contra Córdoba y en los sectores más comprometidos del frente granadino, siendo destacada la intervención de sus fuerzas bajo el mando del Comandante Rubio Moscoso en Sierra Nevada en 1.937. Ese mismo año se asignó para su uso al Tercio de Requetés Isabel la Católica el Palacio de los Tellos, el cual, hoy desaparecido y entonces residencia de la familia Gómez de las Cortinas, se encontraba entre el Paseo del Violón y el Callejón del Ángel. En el edificio había una capilla con una imagen de la Virgen de los Dolores con los clavos de la Cruz de Cristo en sus manos, siendo esta talla atribuida a José de Mora (1.642-.1724), discípulo de Alonso Cano (1.601 – 1.667). El Viernes de Dolores de 1.937, al acabar la celebración de una misa a la que acuden los requetés, el Comandante Rubio Moscoso promete crear una Cofradía cuando haya terminado la guerra así como hacer desfilar a la Virgen de los Dolores del Palacio de los Tellos por las calles de Granada. Cumpliéndose la promesa en 1.939 las Reglas de Nuestra Señora de los Dolores fueron aprobadas el 10 de Marzo de 1.940 haciéndose pocos días después la primera estación de penitencia con ropa seglar al no disponerse de hábitos debido al escaso tiempo que medió entre la aprobación y el desfile. En la Semana Santa del siguiente año de 1.941 participaron en la procesión 300 hermanos y un nutrido grupo de militares vestidos de uniforme anticipándose lo que sería una práctica repetida en años siguientes. El paso del tiempo hizo desaparecer aquella presencia militar, innegablemente unida a las circunstancias de la creación de la Cofradía, así como trocó la antigua imagen de la Virgen por una talla moderna, siendo trasladada la primera a una residencia propiedad de la familia Gómez de las Cortinas en la provincia de Málaga. Debe señalarse que siendo la primitiva imagen de la Virgen propiedad privada nunca fue expuesta a la adoración pública y se encontraba en el palacio de la familia aunque con motivo de su salida en procesión se desplazada previamente hasta la Iglesia de las Madres Agustinas desde la que comenzaba el desfile, adorándose durante algún tiempo en dicha Iglesia un retrato suyo. Actualmente, la Cofradía, cuya sede canónica se encuentra en la Iglesia de San Pedro y San Pablo desde 1.996, desfila en procesión el Lunes Santo y tiene el siguiente recorrido: sale de la Iglesia de San Pedro y San Pablo, atraviesa la Carrera del Darro, la Plaza de Santa Ana, las Calles Reyes Católicos, Pavaneras y Sancti Espíritu, Plaza de San Juan de la Cruz, Calles San Matías y Navas, Plaza del Carmen donde están el Ayuntamiento y la Tribuna ante la cual deben pasar las procesiones, Calles Mesones y Marqués de Gerona, Plaza de las Pasiegas donde se encuentra la puerta de la Catedral, Puerta del Perdón, Calles Cárcel Baja, Gran Vía, Almireceros, Joaquín Costa y Reyes Católicos y desde aquí retoma parte del camino andado previamente atravesando en sentido contrario al inicial la Plaza de Santa Ana y la Carrera del Darro hasta llegar de regreso a la Iglesia de San Pedro y San Pablo.

El escudo de la Cofradía de Nuestra Señora de los Dolores refleja una innegable estética carlista al incluir la Cruz de San Andrés en gules, es decir, en color rojo vivo, siendo la disposición de esta Cruz la de las aspas a modo de letra x. En la unión de los travesaños se sitúan los tres clavos de la Cruz de Cristo envueltos por una anudada cinta blanca. Sobre la Cruz hay una corona y aquella se encuentra rodeada por dos ramas de laurel en sinople que unidas por su base apuntan hacia la corona a la que no tocan. Debe recordarse que la Cruz de San Andrés no sólo es una alegoría de la unión de los mundos divino y humano si no que era la bandera usada por los Tercios de Requetés. Y enlazando con el Carlismo y la Guerra Civil no escapan al espíritu de la Cruzada Nacional ni la presencia de los tres clavos, que podría representar el martirio y dolor de los cristianos tan invocados por los vencedores, ni el laurel, representación por antonomasia de victoria, cedido a la Cofradía por la Hermandad Nacional de Antiguos Combatientes de los Tercios de Requetés. La Cruz de San Andrés, como Cruz de Borgoña, fue la bandera española desde principios del siglo XVI hasta 1.785, y una vez en desuso por haberse adoptado la rojigualda fue empleada años después por la causa carlista. Así mismo la Inkurriña vasca y la bandera de Vitoria usan la cruz aspada.

Hablando del Carlismo, al poco de estallar la Guerra Civil falleció Alfonso Carlos, el entonces pretendiente, y Javier de Borbón-Parma asumió la Regencia oponiéndose, con el apoyo de Manuel Fal Conde, al Decreto de Unificación de 19 de Abril de 1.937 por medio del cual el Partido Carlista, al igual que la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA), el Partido Nacionalista Español, monárquicos alfonsinos y otros partidos de derechas desaparecían integrados en la Falange Española Tradicionalista y de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista (FET y de las JONS). Los desencuentros entre el Franquismo y el Carlismo se hicieron evidentes y no cesaron. En 1.968 se expulsó de España al pretendiente Carlos Hugo y a quien fue su Regente durante su minoridad, Javier, y 3 años más tarde los Grupos de Acción Carlista (GAC) planteaban la posibilidad de la lucha armada contra el Régimen. En 1.972 el oficialismo carlista representado por el Partido Carlista, entonces dirigido por Carlos Hugo de Borbón-Parma, se definió como un partido de masas socialista autogestionario y monárquico, de clase, democrático y federal. El Partido Carlista, que no pudo participar en el proceso constituyente de 1.978 pero pidió el sí a la Constitución, vió cómo en 1.980 Carlos Hugo abandonó la dirección del mismo pero sin renunciar a sus reclamados derechos dinásticos. Este partido formó parte de la fundación de Izquierda Unida en 1.986 de la que se retiró al año siguiente.

La disención carlista frente a Carlos Hugo y el Partido Carlista, representando a su sector más tradicionalista, se concentró en 1.986 en la reactivada Comunión Tradicionalista, y otros grupos menores anteriores entre los que destacaron el partido político Unión Nacional Española (2), el Partido Social Regionalista y otros sectores integrados en partidos de extrema derecha. La Comunión Tradicionalista Carlista (CTC) no reconoce en la actualidad a pretendiente carlista alguno.

Salvo la inclusión de algunos de sus símbolos en el escudo de la Cofradía de Nuestra Señora de los Dolores y los recuerdos de la Guerra Civil, el Carlismo, en ninguna de las direcciones que ha desarrollado, ha vuelto a encontrar en Granada la favorable la acogida de que gozó en tiempos de la Segunda República.

Gonzalo Antonio Gil del Águila

Granada, 1 de Enero de 2.008.

(1) El Coronel Varela es el mismo que más tarde y siendo General, fue objeto en 1.942 de un atentado por parte de falangistas entre los que se encontraba Juan Domínguez del Sindicato Español Universitario (SEU).

(2) El partido político Unión Nacional Española no debe confundirse con la organización de igual nombre y de orientación antifranquista que impulsada por el Partido Comunista Español se creó en Francia para luchar contra la ocupación nazi en ese país y el Régimen franquista en España.

JOSÉ LUIS BORGES Y MARÍA KODAMA EN GRANADA

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María Kodama, hija de un arquitecto japonés nacida en Buenos Aires en 1.945, era desde 1.975 secretaria del escritor argentino Jorge Luis Borges (1.899-1.986) con quien se casó en 1.986 poco antes de la muerte de este. María acudió a Granada en 1.999 para intervenir en un encuentro bajo el nombre “Borges: Cien años”. Con motivo del acto comentó que ella había estado años atrás a la ciudad junto con Borges y que le recordaba enamorado de Granada y la Alhambra, las cuales él había visto muchos años antes. Ella se impresionó con el poema que dice “no hay en la vida nada como la pena de ser ciego en Granada” ya que en la que ambos hicieron Borges estaba ciego.

Borges escribió  un poema llamado Alhambra en el que nos dice: “Grata la voz del agua / a quien abrumaron negras arenas, / grato a la mano cóncava / el mármol circular de la columna, / gratos los finos laberintos del agua / entre los limoneros, / grata la música del zéjel, / grato el amor y grata la plegaria / dirigida a un Dios que está solo, / grato el jazmín. / Vano el alfanje / ante las largas lanzas de los muchos, / vano ser el mejor. / Grato sentir o presentir, rey doliente, / que tus dulzuras son adioses, / que te será negada la llave, / que la cruz del infiel borrará la luna, / que la tarde que miras es la última”.

Gonzalo Antonio Gil del Águila

Granada, 13 de Enero de 2.008

GRANADA DESCRITA POR TRES CRISTIANOS RENACENTISTAS

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El médico austríaco Ieronimus Münzer, que viajó por la Península entre 1.494 y 1.495, al referirse a La Alhambra dice que vio “palacios incontables, enlosados con blanquísimo mármol; bellísimos jardines, adornados con limoneros y arrayanes (...) Todo está tan soberbia, magnífica y exquisitamente construido, de tan diversas materias, que se creería un paraíso. No me es posible dar cuenta de todo (...) Al pie de los montes, en una buena llanura tiene casi en una milla muchos huertos y frondosidades que se pueden regar por canales de agua; huertos, repito, llenos de casas y de torres, habitadas durante el verano que viéndolos en conjunto y desde lejos los creerías una populosa y fantástica ciudad. Principalmente hacia el noroeste, en una legua larga, o más, contemplamos estos huertos, y no hay nada más admirable. Los sarracenos gustan mucho de los huertos, y son tan ingeniosos en plantarlos y regarlos que no hay nada mejor. Es además un pueblo que se contenta con poco y vive en su mayor parte de los frutos que de ellos saca, y que no les faltan durante todo el año”.

El humanista italiano Pietro Martire d’Anghiera (1.459-1.524) cuando visitó Granada ya entrado el XVI dijo: “A todas las ciudades que el sol alumbra, es, en mi sentir, preferible Granada.(...) Las cercanas montañas se extienden en torno en gallardas colinas y suaves eminencias, cubiertas de olorosos arbustos, de bosquecillos de arrayán y de viñedos. Todo el país, en suma, por su gala y lozanía, y por su abundancia de aguas, semeja los Campos Elíseos. Yo mismo he probado cuánto estos arroyos cristalinos, que corren entre frondosos olivares y fértiles huertas, refrigeran el espíritu cansado y engendran nuevo aliento de vida”.

Andrea Navagero (1.483-1.529), escritor y diplomático veneciano, rememorando su viaje a España en 1.524 dice que “Toda aquella parte que está más allá de Granada es bellísima, llena de alquerías y jardines con sus fuentes y huertos y bosques, y algunas de las fuentes son grandes y hermosas; y aunque éstos sobrepujan en hermosura a los demás, no se diferencian mucho de los otros alrededores de Granada; así los collados como el valle que llaman la Vega, todo es bello, todo apacible a maravilla y tan abundante de agua que no puede serlo más, y lleno de árboles frutales, ciruelas de todas clases, melocotones, higos (...) albérchigos, albaricoques guindos y otros, que apenas dejan ver el cielo con sus frondosas ramas (...). Por todas partes se ven en los alrededores de Granada, así en las colinas como en el llano, tantas casas de moriscos, aunque muchas están ocultas entre los árboles de los jardines, que juntas formarían otra ciudad tan grande como Granada; verdad es que son pequeñas, pero todas tienen agua y rosas, mosquetas y arrayanes, y son muy apacibles, mostrando que la tierra era más bella que ahora, cuando estaba en poder de los moros; al presente se ven muchas casas arruinadas y jardines abandonados, porque los moriscos más bien disminuyen que aumentan, y ellos son los que tienen las tierras labradas y llenas de tanta variedad árboles; los españoles, lo mismo aquí que en el resto de España, no son muy industriosos y ni cultivan ni siembran de buena voluntad la tierra, sino que van de mejor gana a la guerra o a las Indias para hacer fortuna por este camino más que por cualquier otro”.

Gonzalo Antonio Gil del Águila

Granada, 23 de Diciembre de 2.007

EL REY MORO, POR AMOR, DEJARÍA GRANADA POR ANTEQUERA

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La ciudad de Antequera formaba parte del Reino de Granada cuando el Infante don Fernando de Aragón la reconquistó en 1.410. La calle principal de la ciudad, en la cual se encuentra el Ayuntamiento, toma el nombre del Infante aunque popularmente se la denomina "Calle Estepa". Dudaba el Infante cómo atacar la ciudad cuando en sueños se le apareció una bella joven rodeada de leones, joven que resultó ser Santa Eufemia, la cual le respondió: “Mañana salga el sol por Antequera y sea lo que Dios quiera”, frase que haría fortuna y que el siguiente día, 16 de Septiembre de 1.410, se convirtió en realidad, razón por la cual la Santa es desde entonces la Patrona de la ciudad.

Juan de Timoneda (¿1.490?-1.583) fue un escritor, actor y librero nacido en Valencia citado muchas veces como precursor de Lope de Vega. En su romance “Rosa de Amores” nos cuenta cómo el rey de Granada se lamenta de la pérdida de Antequera: “En Granada está el rey moro / que no osa salir della. / De las torres del Alhambra / mirando estaba la vega. / Miraba los sus moricos / cómo corrían la tierra. / El semblante tiene triste, / pensando está en Antequera. / De los sus ojos llorando / destas palabras dijera: / - ¡Antequera, villa mía, / oh, quien nunca te perdiera!”. Y tanto es el dolor por haber perdido Antequera que dispuesto estaría a canjearla por Granada “Si le pluguiese al buen rey / hacer conmigo una trueca, / que le diese yo a Granada / y me volviese Antequera”. El tono épico que se atribuye a un romance de frontera en que se trata la conquista de una plaza por los cristianos y su pérdida por los musulmanes se trasforma de manera inesperada por el lirismo de un Rey granadino que quiere canjear Granada por Antequera al haber quedado en esta última su “morica”: “No lo he yo por la villa, / que Granada mejor era, sino por una morica / que estaba dentro della, / que en los días de mi vida / yo no vi cosa más bella”.

Gonzalo Antonio Gil del Águila

Granada, 23 de Diciembre de 2.007

LOS MÁRTIRES DE LA ALPUJARRA Y LA REBELIÓN MORISCA

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Las Capitulaciones firmadas entre los Reyes Católicos Isabel y Fernando y el Rey Boabdil establecían condiciones respetuosas para los musulmanes y sus tradiciones. Fray Hernando de Talavera, el primer Arzobispo de Granada, recibió el encargo de los Reyes Católicos de promover la conversión pacífica de los moriscos al Cristianismo. Ante sus escasos progresos se encarga al Cardenal Cisneros asumir la tarea de conversión. El empeño de Cisneros, que llegó incluso a la quema de Coranes y otros libros escritos en árabe en la Plaza de Bibarrambla, encontró la oposición morisca que llegó a una rebelión en 1.500 que fue sofocada el año siguiente por las fuerzas bajo el mando del Conde de Tendilla. La rebelión se interpretó como una deslealtad que liberaba a la monarquía de las obligaciones contraídas con Boabdil y en consecuencia la Pragmática de 14 de Febrero de 1.502 planteaba expulsión de todos los musulmanes del Reino de Granada que no se convirtieran al Cristianismo. Miles de musulmanes se bautizaron pero como señaló Luis del Mármol Carvajal en la obra que más adelante comento, aun cuando “con fingida humildad usaban de algunas buenas costumbres morales en sus tratos, comunicaciones y trajes, en lo interior aborrecían el yugo de la religión cristiana, y de secreto se doctrinaban y enseñaban unos a otros en los ritos y ceremonias de la seta de Mahoma” destacando que “si iban a oír misa los domingos y días de fiesta, era por cumplimiento y porque los curas y beneficiados no los penasen por ello. Jamás hallaban pecado mortal, ni decían verdad en las confesiones. Los viernes guardaban y se lavaban, y hacían la zalá en sus casas a puerta cerrada, y los domingos y dias de fiesta se encerraban a trabajar. Cuando habían baptizado algunas criaturas, las lavaban secretamente con agua caliente para quitarles la crisma y el oleo santo, y hacian sus ceremonias de retajarlas, y les ponían nombres de moros; las novias, que los curas les hacían llevar con vestidos de cristianas para recibir las bendiciones de la Iglesia, las desnudaban en yendo a sus casas y vistiéndolas como moras, hacían sus bodas a la morisca con instrumentos y manjares de moros”.

Para conocer la rebelión morisca de 1.568 a 1.571, que se denomina de La Alpujarra aunque en su apogeo se extendió por las zonas comprendidas entre la Serranía de Ronda y Murcia, contamos con la obra de tres autores que participaron en ella, todos cristianos aunque no todos cristianos viejos: Diego Hurtado de Mendoza, Ginés Pérez de Hyta y Luis del Mármol Carvajal.

El primero, Diego Hurtado de Mendoza, nacido en la Alhambra e hijo del famoso conde de Tendilla, había desempeñado cargos militares y diplomáticos, y contaba más de 60 años de edad cuando en 1.569 se le envía al Reino de Granada para asumir funciones que hoy denominaríamos de logística y planificación después de que su sobrino, el Marqués de Mondéjar, fuese reemplazado por don Juan de Austria. Su inconclusa obra “Guerra de Granada” no pudo ser publicada si no en Lisboa en 1.627 debido a su carga crítica contra el Gobierno. Diego Hurtado de Mendoza considera como las principales causas generadoras de la guerra la opresión ejercida sobre los moriscos y la corrupción y, conforme avanzaba la guerra, la codicia de las tropas gubernamentales. Para comprender su postura crítica no debemos olvidar que antes de partir hacia Granada había estado preso y que su familia, otrora todopoderosa en Granada desde la Reconquista, había perdido paulatinamente su poder y privilegios. Volviendo a la obra de Diego Hurtado de Mendoza, esta sigue el estilo de autores clásicos como Salustio o Tácito poniendo discursos en boca de los principales protagonistas y describe al rebelde Abén Umeya poseedor de condiciones cabellerescas apartándole de la intransigencia y crueldad de muchos de sus seguidores. El lirismo de la obra encuentra un punto destacable cuando el Duque de Arcos en Sierra Bermeja encuentra los despojos de las fuerzas que al mando de don Alonso de Aguilar fueron aniquiladas en la anterior rebelión morisca de 1.500, pudiendo ser una evocación de otra escena similar recogida por Tácito en sus Anales en la que cuenta la sepultura que las tropas de Germánico dieron a los muertos de las legiones al mando de Varo masacradas en el bosque de Teoteburgo en el año 9 antes de Cristo por las fuerzas de Arminius.

El segundo de los autores citados, Ginés Pérez de Hyta, en un principio llamado de la Chica, fue un maestro zapatero, poeta y empresario teatral nacido en algún lugar de Murcia que al estallar la guerra se alistó como voluntario en las milicias de la ciudad de Loca que se integraron bajo el mando de don Luis Fajardo, Marqués de los Vélez. Hyta escribió sus “Guerras Civiles de Granada” como una continuación de su anterior “Historia de los bandos de los Zegríes y Abencerrajes”, relato este último que ambientado en la Granada nazarí bebía de la tradición de la novela caballeresca y obtuvo un inmediato éxito en España y en Europa. Las “Guerras Civiles” o “Guerras Civiles de Granada”, unidas en una misma obra a su anterior novela, reciben el largo título de “Las Guerras civiles de Granada”, cuyo título completo es “Historia de las bandas de los zegríes, caballeros moros de Granada, y de las guerras que hubo en ella” y mezclan de forma novelada literatura y poesía incluyendo numerosos romances populares, bebiendo indirectamente de Diego Hurtado de Mendoza a través del poema épico “La Austriada”, versificación de la obra de este último debida a Juan Rufo. El mismo título de la obra, “Guerras Civiles” de manera abreviada, refleja que para Hyta, el autor más favorable a los moriscos, la revuelta fue una lucha entre compatriotas. No debe escaparse que es innegable que Hyta convivió con moriscos en tierras de Murcia y que probablemente no fuese cristiano viejo y quizás sí un morisco asimilado o descendiente de tales.

El tercer autor citado pero sobre el que vamos a volver más a menudo en este trabajo es Luis del Mármol Carvajal, hijo ilegítimo nacido en Granada alrededor de 1.524 de la relación existente entre un funcionario judeoconverso que trabajaba en la Real Chancillería y una mujer que quizás fuera morisca. Luis del Mármol Carvajal escribió la “Historia del rebelión y castigo los moriscos”. Este autor, de vida intensa y aventurera, fue militar y tras una incursión en África sufrió cautiverio en tierras del actual Marruecos durante 8 años. Una vez liberado recorrió África desde Marruecos a Egipto llegando por el sur hasta Mauritania, plasmando la experiencia de esos viajes en su obra “Descripción General de África (1573 y 1599)”. Participó junto a las fuerzas gubernamentales en la rebelión de La Alpujarra como interventor y abastecedor, señalándose que acusado de malversación al terminar la campaña fue posteriormente absuelto. La suya es una obra imprescindible para el estudio de la historia del Reino de Granada desde la Edad Media hasta la rebelión siendo destacable que casi la tercera parte de su extensión se dedica a estudiar las causas de la sublevación. El rigor de la obra destaca por la inclusión de documentos tales como las capitulaciones para la entrega de Granada, el memorial de Núñez Muley defendiendo la identidad morisca y cartas incautadas a los rebeldes. Sin lugar a dudas es de los tres autores el que trata con más rigor y extensión el conflicto, y aunque no es tan crítico como los otros dos respecto a las acciones del Gobierno, sí denuncia los atropellos cometidos por las fuerzas gubernamentales.

Las simpatías de gran parte de la población morisca hacia sus correligionarios del norte de África, las actuaciones de monfíes o bandoleros musulmanes, las acciones piráticas de turcos y berberiscos a menudo apoyadas por los moriscos, la amenazadora expansión turca sólo parcialmente frenada tiempo después en la batalla naval de Lepanto en 1.571 y las tensiones que separaban a cristianos de musulmanes eran fuente permanente de preocupación y alarma creciente para la Corona y la población cristiana. Con este ambiente como telón de fondo se celebra en Granada en 1.565 un sínodo en el que se acuerda adoptar medidas que estimulen la asimilación de los moriscos al resto de la población católica.

Como reflejo de la tensión puede señalarse que en 1.566 piratas berberiscos guiados por dos moriscos desembarcan en Cabo de Gata saqueando las localidades de Tabernas y Lucainena. La expedición pirática concluye tomando los asaltantes como cautivos a los cristianos viejos de Tabernas mientras que los moriscos de Tabernas, en acuerdo con los asaltantes, embarcan voluntariamente con ellos. Este ataque de 1.566 no fue un hecho aislado. Entre otras acciones puede citarse la del 7 de Agosto de 1.549 en que 150 piratas saquean la localidad de Albuñol y raptan 34 cristianos viejos con la colaboración de los pobladores moriscos de la localidad, siendo 5 de ellos procesados por la Capitanía General. Estas incursiones de piratas turcos y berberiscos se extendían por el sur y levante de España y se habían hecho cada vez más frecuentes desde que los turcos habían arrebatado a los españoles las posesiones norteafricanas de Trípoli, Bujía y el Peñón de Vélez de la Gomera en la década de 1.550. Para comprometer más aun la posición española, se produjo el naufragio de la flota de galeras en las costas de la actual localidad La Herradura, dentro del término municipal de Almuñécar, Granada, en 1.562 a causa de un temporal. El problema turco berberisco había hecho que 1.563 la Capitanía General del Reino de Granada prohibiera a los “gazís” o moricos habitar en las costas obligándoseles a alejarse más de 12 leguas tierra adentro, disposición que no parece haberse cumplido.

Ha de considerase que tras la Reconquista la capacidad militar en el Reino de Granada era manifiestamente insuficiente al existir amplios espacios vacíos de población leal al gobierno en el litoral y en el interior consecuencia tanto del éxodo demográfico musulmán a tierras Berbería como de la desconfianza provocada por los moriscos que habitaban esas tierras. En consecuencia, la Corona facilitó la repoblación del territorio con cristianos viejos procedentes de otros Reinos hispánicos por medio de concesión de tierras, bienes inmuebles y y exenciones fiscales. Aun con el evidente malestar morisco esta política repobladora favoreció que hacia 1.500 quizás pudieran habitar el Reino de Granada unos 40.000 repobladores cristianos y leales a la Corona.

La desconfianza y las medidas restrictivas sobre los moriscos se hacen cada vez más pesadas llegándose a prohibir sus prácticas tradicionales por medio de una Pragmática en 1.567. Pero el desencadenante más inmediato de la rebelión ha sido señalado en 1.568 cuando comienza a introducirse en el Reino de Granada seda procedente de Murcia a precios más bajos, siendo esta una industria que atendía fundamentalmente la población morisca y causándole problemas de subsistencia. Esta introducción de seda murciana tiene mucho que ver con una serie de medidas fiscales que perjudican notablemente a los moriscos. Debe considerase entre otros hechos, que desde 1.559 y hasta 1.568 se procedió a investigar la propiedad de bienes raíces en manos moriscas en todo el Reino de Granada, exigiéndoseles la presentación de sus títulos de propiedad de época nazarí con negativas consecuencias para muchos que no pudieron aportarlas.

Las acciones de los monfíes, o bandoleros musulmanes, siempre en aumento, así como las incursiones de piratas berberiscos que he comentado unas líneas antes, creaban ansiedad y temor entre los cristianos al tiempo que se propagaban rumores respecto de una inminente rebelión en la que los moriscos se apoderarían de Granada. Esta rebelión, que parecía estar fechada para el 15 de Abril de 1.568, Jueves Santo, fue retrasada debido a que las fuerzas leales a la Corona recibieron información de los planes. La noche del 16 de Abril, el día siguiente al de la fallida conjura, una falsa alarma tocada desde de La Alhambra provocó un incidente en el cual los cristianos, creyendo al oir los cañonazos disparados desde La Alhambra haberse producido un alzamiento rebelde, estuvieron a punto de asaltar el barrio morisco del Albaicín, cosa que impidieron las fuerzas acantonadas en la ciudad. En el Verano el Marqués de Mondéjar mandó al Rey Felipe II dos cartas de moriscos dirigidas al Rey de Fez que habían sido interceptadas. El Marqués, cercano a los moriscos por los intereses de corte cuasi feudal que mantenía su familia en Granada desde la Reconquista, muestra siempre su oposición a la intención de expulsar a los moriscos a otros Reinos de España temiendo que ello pudiera ocasionar una rebelión. Como refiere Hurtado de Mendoza el temor a la rebelión, que había sido pospuesta para Navidad pero no evitada, no era compartido por el círculo gubernativo cercano al monarca. Los hechos dieron la razón a los rumores que circulaban por Granada y el 24 de Diciembre de 1.568 los moriscos se levantaron en armas eligiendo Rey a Hernando de Córdoba y Válor, el cual adoptó el nombre árabe de Aben Humeya, siendo primera seña de aquella revuelta, que pronto devino en virulenta guerra, la crueldad con que se trató en los primeros momentos a los cristianos viejos que cayeron en manos rebeldes y que a causa de sus sufrimientos han sido conocidos como los "Mártires de la rebelión" o "Mártires de la Alpujarra". Aquellos cristianos viejos masacrados de manera espontánea y popularmente aceptada por los moriscos en los momentos iniciales de su rebelión lo fueron dentro de un contexto de crueldad generalizada e innecesaria que hoy denominaríamos limpieza étnica. La magnitud de las matanzas de los rebeldes unida a la dureza de la guerra contagió a las fuerzas gubernamentales haciendo de aquella una crudelísima guerra en la que las fuerzas cristianas procedieron también a la realización de matanzas y actos deplorables. Estas fuerzas, articuladas en ejércitos reales y milicias populares, estuvieron primero bajo las órdenes de los Marqueses de Mondejar y el de los Vélez para pasar, desde Abril de 1.569, a estar bajo las del hermanastro real don Juan de Austria, aquel que en 1.571 derrotará a la poderosísima y más numerosa flota turca en Lepanto conjurando así el peligro de colapso de las monarquías cristianas ante la agresividad turca. Junto a los ejércitos reales las ciudades organizaron milicias que actuaron en operaciones militares de menor envergadura o expediciones que se vinieron en llamar "cabalgadas". Los moriscos, en espera de la ayuda procedente de sus correligionarios norteafricanos, ayuda que no llegó a ser significativa debido a la intervención de la flota española, huyeron en lo posible de los grandes enfrentamientos en terreno abierto buscando una táctica de hostigamiento que hizo amplio uso de emboscadas y golpes de mano.

Tratando más pormenorizadamente lo relativo a los momentos iniciales de la rebelión, Diego Hurtado de Mendoza dice que los moriscos acordaron que comenzara “la noche de Navidad, que la gente de todos los pueblos está en las iglesias, solas las casas, y las personas ocupadas en oraciones y sacrificios; cuando descuidados, desarmados, torpes con el frio, suspensos con la devoción, fácilmente podían ser oprimidos de gente atenta, armada, suelta y acostumbrada a saltos semejantes". Luis del Mármol Carvajal comenta el rumor extendido por los moriscos de que los turcos llegarían en Nochebuena para favorecer la rebelión del Albaicín. Para apoyar el rumor, unos 8.000 rebeldes avanzarían sobre Granada llevando tocados turcos para provocar entre los moriscos de la ciudad la creencia del esperado desembarco y así estimularles a la insurrección. El mismo autor refiere que ya el Jueves 23 de Diciembre se produjeron varios incidentes armados en distintos puntos de La Alpujarra por iniciativa de monfíes. La mañana del Sábado 25 dos moriscos que llegaron de Órgiva informaron al Marqués de Mondéjar del comienzo de la rebelión en La Alpujarra y este creyó que actuaban juntos moriscos y turcos. La noche del 25 al 26, no pudiendo llegar ante la ciudad de Granada debido a las nieves los miles de moriscos esperados desde La Alpujarra, entró en el Albaicín Farax Aben Farax junto con unos 150 monfíes e "hizo que todos los compañeros dejasen los sombreros y monteras que llevaban, y se pusiesen bonetes colorados a la turques, y sus toquillas blancas encima, para que parecieses turcos". Desfilaron con sus banderas por las calles vacías del Albaicín, pusieron en fuga una patrulla y proclamaron la rebelión diciendo: “No hay más que Dios y Mahoma, su mensajero. Todos los moros que quisieren vengar las injurias que los cristianos han hecho a sus personas y ley, véngase a juntar con estas banderas, porque el rey de Argel y el Jerife, a quien Dios ensalce, nos favorecen, y nos han enviado toda esta gente y la que nos está aguardando allí arriba. Ea, ea, venid, venid; que ya es llegada nuestra hora, y toda la tierra de los moros está levantada". La patrulla que se había encontrado con la fuerza atacante avisó a Mondéjar pero este se negó a enviar sus fuerzas al Albaicín y dar la alarma. Luis del Mármol Carvajal, a quien estoy siguiendo en su relato salvo que cite a otro autor, refiere que el Marqués alegó no tener suficientes fuerzas y Diego Hurtado de Mendoza alega que los moriscos de la Vega esperaban oir las señales de alarma para comenzar el combate. Debe considerarse que la fuerza gubernamental podía, desde la fortaleza de La Alhambra, rechazar cualquier asalto, pero que corría el riesgo de ser superada combatiendo en el caso urbano a una presumible gran masa de rebeldes. Como Farax no consiguió convencer a los moriscos de la ciudad para unirse a la rebelión huyó antes del amanecer y por la mañana los castellanos viejos se dirigieron al Albaicín con la presumible intención de vengarse de los moriscos, cosa que las fuerzas al mando del Marqués de Mondejar impidieron. Los monfíes de Farax, huyendo de Granada, iniciaron la rebelión del valle de Lecrín afirmando que los sublevados habían tomado la ciudad Granada.

Recuperando las palabras del cronista Luis de Mármol Carvajal, en su “Historia del rebelión y castigo de los moriscos del Reino de Granada” encontramos una sobrecogedora descripción de las matanzas que a manos de los sublevados tuvieron lugar en los primeros momentos de la rebelión y que a continuación cito:

“Jubiles es el lugar principal desta taa, donde se ven las ruinas de un castillo antiguo, en un sitio asaz grande y fuerte, en el cual dicen los moriscos antiguos que habia en tiempo de moros un alcaide y gente de guerra para tener sujetos los lugares de aquel partido, que eran los mas inquietos de la Alpujarra, bárbaros y bestiales sobremanera. Levantáronse los moriscos deste lugar y de los otros desta taa el viérnes víspera de Navidad, cuando los monfís hubieron muerto los cristianos que fueron a alojarse á Cadiar con el capitan Herrera, y lo primero que hicieron fué robar la iglesia y destruir cuanto habia en ella. Luego corrieron a las casas de loscristianos que moraban en el lugar, y no con menor cudicia que ira las saquearon, y prendiéndolos, los metieron en la iglesia con gente de guardia, y allí los tuvieron algunos días, predicándoles su seta y amonestándoles que se volviesen moros, hasta tanto que volvió Farax, y mandó que los matasen a todos; y por su órden los mataron el juéves 30 dias del mes de diciembre. (…) Lleváronlos desnudos en cueros, las manos atadas atrás, á una haza que estaba cerca de la iglesia , y allí los acabaron á cuchilladas (…) Y teniendo ya en aquel lugar para hacer lo mesmo de otros cristianos de los que tenian presos, acertó á pasar por allí don Hernando el Zaguer, que andaba requiriendo aquellos pueblos, y se los quitó y los entregó á un morisco del lugar, para que tuviese cargo de guardarlos hasta que se los pidiese. Estas crueldades que Aben Farax hacia, no aplacían nada al Zaguer; antes le aborrecía por ello á él y á los que con él andaban; mas no osaba contradecírselo, porque temía que los moros rebelados se lo ternían á mal, y dirían que favorecía a los cristianos, ó que se apiadaba delIos; y por el mesmo caso, haciéndose á la parte de Aben Farax, le alzarían por su gobernador, por ser hombre enemigo y perseguidor del nombre cristiano”.

“Los del lugar de Alcútar se alzaron el mesmo día que los de Jubíles, robaron la iglesia, hicieron pedazos los retablos y imágenes, destruyeron todas las cosas sagradas, y no dejaron maldad ni sacrilegio que no cometieron en compañía de los monfís y de Esteban Partal, su capitán”. Después de prender a muchos cristianos “llevándolos después á matar al lugar de Cuxurio con otros captivos, (…) mostraban gran sentimiento de pesar por no haber prendido al vicario Diego de Montoya, porque quisieran tomar muy de espacio venganza en el”.

“Tambíen se alzaron los del lugar de Narila el viernes en la noche, los cuales destruyeron y robaron la iglesia y las casas de los cristianos, y prendiéndolos á todos (…) los llevaron maniatados al lugar de Alcútar; y habiéndolos tenido allí predicándoles su seta y persuadiéndos que se tornasen moros, y amenazándoles que si no se hacian les darian cruelísimas muertes, cuando vieron que les aprovechaban poco sus persuasiones y amenazas” los mataron.

“El lugar de Cuxurio de Bérchul se alzó cuando los otros desta taa, y los rebeldes dichos con cruelísima rabia entraron lo primero en la iglesia, y haciendo pedazos los retablos y las imágenes y la pila del santo baptismo, quebraron el arca del Santísimo Sacramento, y no hallando la sagrada hostia de la Eucaristía, que la habia consumido el beneficiado Pedro Crespo, arrojaron con menosprecio y desden todas las cosas sagradas por el suelo. Luego fueron á saquear las casas de los cristianos, y prendieron al beneficiado, que se habia escondido en casa de un morisco su amigo, y le mataron cruelísiamente. A este lugar llevaron los cristianos que habían captivado en el lugar de Alcútar y Narila, y los mataron á todos delante de la iglesia. Al beneficiado Juan de Montoya, que habia sido preso en Alcútar, sacó uno de aquellos herejes el ojo derecho con un puñal, y luego les tiraron á todos al terrero con las ballestas y con los arcabuces, estando presentes á ello Esteban Partal y Lope el Seniz y otros capitanes de monfís”.

“Los de Mecina de Bombaron se alzaron tambíen el viérnes en la noche, saquearon luego la iglesia, quebraron los retablos, despedazaron las venerables imágines, deshicieron los altares , y finalmente destruyeron y robaron todas las cosas sagradas; y hallando á los cristianos descuidados, los prendieron á todos y les saquearon las casas. En este lugar arbolaron los rebeldes una bandera de tafetan carmesí bordada de hilo de oro, y en medio un castillo con tres torres de plata, que la tenían guardada de tiempo de moros, y el que la tenía se llamaba Andrés Hami, vecino del mesmo lugar. Prendieron al beneficiado Francisco de Cervilla en su casa, y atándole las manos atrás, le dieron muchos bofetones y palos, y le llevaron de aposento en aposento, hasta que les entregó el dinero y la ropa que tenía; y después sacándole fuera, se adelantó un moro que solía ser grande amigo suyo, y haciéndose encontradizo con él en el umbral de la puerta, le atravesó una espada por el cuerpo diciéndole : "Toma, amigo; que mas vale que te mate yo que otro;" y allí le acabaron de matar los sacrílegos á pedradas y cuchilladas. Y no contentos con esto, tomó uno de los que allí estaban un palo, y le quebrantó todo el cuerpo á palos desde los piés hasta la cabeza; y otro dia de mañana le sacaron arrastrando fuera del lugar, y le echaron en un barranco. No mucho después mataron todos los cristianos que tenian captivos, y entre ellos al beneficiado Juan Gomez el viejo y al cura Juan Palomo, haciendo en ellos mil géneros de vituperios y crueldades. Fué cruel perseguidor de cristianos en este lugar Miguel Daloy, alguacil dél”.

“El lugar de Válor está en dos barrios; el alto y el bajo; entrambos se alzaron el viérnes en la noche. Los cristianos clérigos y legos que allí moraban se recogieron, en sintiendo el alboroto, a la torre de la iglesia del barrio bajo, donde estuvieron con harto cuidado aquella noche. Los moros saquearon y robaron la iglesia del barrio alto y las casas de los cristianos; y otro día de mañana los cercaron en la torre, y asegurándoles Bernardino Abenzaba que no les harían níngun mal, los captivaron a todos; y desque hubieron destruído y robado tambien aquella iglesia, los llevaron maniatados a unas casas, y allí les predicaron algunos días la seta de Mahoma; y viendo que aprovechaba poco su predicacion, porque todos decían que eran cristianos y que habían de morir por Jesucristo, sacaron los herejes a los hombres desnudos y maniatados fuera del lugar, y poniéndolos á terrero, les tiraron con arcabuces y ballestas”.

“El mesmo día y en la mesma hora que se alzó Válor, se alzaron los lugares de Yégen y Yátor, en los cuales no fueron menores las crueldades que usaron los enemigos de Dios. Destruyeron y robaron las iglesias y las casas de los cristianos, captiváronlos a todos, y haciéndoles muchos malos tratamientos, vinieron después a darles cruelísima muerte;” En “Ujíjar”, localidad que posteriormente se convertirá en símbolo del sufrimiento soportado por los “Martires de la Alpujarra”, se causó la muerte de “otros muchos cristianos que allí había”.

Ciertamente hubo también otros comportamientos entre los rebeldes. Luis del Mármol Carvajal refiere que los moriscos de Turón escoltaron a los cristianos de su población hasta Adra para salvarlos de los monfíes. Siguiendo la narración del escritor Pedro Antonio de Alarcón (1.833- 1.891) "cuando estalló la rebelión de los Moriscos, había en Ugíjar una Alcaldía Mayor con jurisdicción en toda la tierra alpujarreña. Era entonces Alcalde el licenciado León y Abad mayor el Maestro D. Diego Pérez. Fueron monfies capitaneados aquella vez por Aben-Aboo, que tenía agravios que vengar de las autoridades civil y eclesiástica. Aben-Humeya que lo supo, y como gran amigo del abad y de otros cristianos de Ugíjar, viendo el peligro en que se hallaban montó a caballo en Válor y corrió aceleradamente a su defensa... Pero cuando llegó todo era tarde, El Abad, seis Canónigos, el Alcalde Mayor y doscientos treinta y dos cristianos más habían muerto degollados... Aben - Humeya lloraba piadosamente”.

No obstante las excepciones, que seguramente fueron a menudo y en gran parte interesadas previendo la reacción contraria ante la generalidad y brutalidad de los crímenes, es evidente que se desató un deseo generalmente aceptado por la comunicad rebelada y llevada a cabo por monfíes y gandules, o jóvenes moriscos, de exterminar la población cristiana. La magnitud de la acción queda recogida en las siguientes palabras del Licenciado Francisco Zapata Pimentel (siglo XVII), Beneficiado y Vicario de la taha de Jubiles, de las Actas de Ujíjar, citadas por el padre Francisco Hitos en su libro de 1.934 "Mártires de La Alpujarra": “Por ser notorio en esta tierra y que lo dicen todos, que los dichos santos mártires, que hubo entre más de tres mil cristianos que entonces había entre los moriscos de esta tierra, en esta tribulación todos a una voz profesaron y defendieron la fe católica con sus vidas y constancia en ella y no variaron con las promesas ni las amenazas, ni en la ejecución de ella, porque ninguno se vio con muestra ni de flaqueza de ánimo; antes todos se animaban unos a otros con aquel espíritu y fervor de la primitiva Iglesia; hasta los niños, los ignorantes y los pastores”.

Tras la rebelión, “En la villa de Ujíjar de la Alpuxarra en quince días del mes de septiembre de 1606 (...). En este cabildo se trató como en esta villa se tiene devoción con una Ymagen de Nuestra Señora del Martirio que está en la Iglesia mayor de ella la qual estando en esta Santa Iglesia antes del rebelión de este reyno en el, los moros la quitaron del sitio, y lugar donde estava, y con una soga de esparto a la garganta la trajeron arrastrando por las calles, y la echaron en el fuego para quemarla (...). Los moros prosiguiendo en su mal intento la echaron en un pozo donde estuvo quinze, o diez y seis años hasta que en efecto del dicho pozo se sacó sin estar corrupta ni maltratada la madera de la Bendita Ymagen la qual esta villa ha tenido, y tiene por Patrona, y Abogada, y por de mas desta a hecho otros milagros para continuación de la mucha debozion que esta villa y sus vecinos tienen y deseo de benerarla, y pareciendo que aviendola colocado, y puestola en el Altar mayor desta Santa Yglesia y échole todos los años una fiesta con la mayor solemnidad que a sido posible. Por que tan loable costumbre, y cosa tan acepta a los ojos de Dios Nuestro Señor que se honre, y sirva a su Bendita Madre no se pierda. Acordaron por si, y en nombre de toda esta villa a los del Concejo que la dicha fiesta se vote para que se cumpla (...) y prometieron a Dios Nuestro Señor y a su Bendita Madre que en cada año para agora, é para siempre jamás (...) se ha de hazer la fiesta de Nuestra Señora el primer lunes de octubre de cada año sin que se difiera ni deje pasar por ninguna causa”. La leyenda añade que cuando se limpiaba el pozo, este se iluminó y se oyó decir “Martirio es mi nombre”.

Gonzalo Antonio Gil del Águila

Granada, 15 y 16 de Diciembre de 2.007

LA VIRGEN DEL MARTIRIO Y LA REBELIÓN DE LA ALPUJARRA

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En relación con Ugíjar se refiere que acaso Estrabón en el siglo I antes de Cristo la cita como la ciudad de Ulyssea fundada por Ulises, en la cual se edificó un templo dedicado a la diosa Atenea y en cuyos muros el mítico Ulises habría dejado escudos y espolones de sus naves. Parece ser que en aquellos tiempos las arenas del río eran muy ricas en oro. Habiendo alcanzado esplendor durante la época nazarí, Ugíjar formó parte del feudo que conservó Boabdil tras su capitulación ante los Reyes Católicos. En esta localidad se encuentra la Iglesia de estilo mudéjar de la Virgen del Martirio, Patrona de Las Alpujarras, Iglesia que previamente se encontró dedicada a la anterior Patrona de la comarca, la Virgen del Rosario. El motivo del cambio de la advocación de la Virgen nos lo explica el acta municipal que se reproduce a continuación:

“En la villa de Ujíjar de la Alpuxarra en quince días del mes de septiembre de 1606 (...). En este cabildo se trató como en esta villa se tiene devoción con una Ymagen de Nuestra Señora del Martirio que está en la Iglesia mayor de ella la qual estando en esta Santa Iglesia antes del rebelión de este reyno en el, los moros la quitaron del sitio, y lugar donde estava, y con una soga de esparto a la garganta la trajeron arrastrando por las calles, y la echaron en el fuego para quemarla (...). Los moros prosiguiendo en su mal intento la echaron en un pozo donde estuvo quinze, o diez y seis años hasta que en efecto del dicho pozo se sacó sin estar corrupta ni maltratada la madera de la Bendita Ymagen la qual esta villa ha tenido, y tiene por Patrona, y Abogada, y por de mas desta a hecho otros milagros para continuación de la mucha debozion que esta villa y sus vecinos tienen y deseo de benerarla, y pareciendo que aviendola colocado, y puestola en el Altar mayor desta Santa Yglesia y échole todos los años una fiesta con la mayor solemnidad que a sido posible. Por que tan loable costumbre, y cosa tan acepta a los ojos de Dios Nuestro Señor que se honre, y sirva a su Bendita Madre no se pierda. Acordaron por si, y en nombre de toda esta villa a los del Concejo que la dicha fiesta se vote para que se cumpla (...) y prometieron a Dios Nuestro Señor y a su Bendita Madre que en cada año para agora, é para siempre jamás (...) se ha de hazer la fiesta de Nuestra Señora el primer lunes de octubre de cada año sin que se difiera ni deje pasar por ninguna causa.”

La leyenda añade que cuando se limpiaba el pozo, este se iluminó y se oyó una voz decir “Martirio es mi nombre”.

Luis de Mármol Carvajal, contemporáneo a los acontecimientos, en su “Historia del rebelión y castigo de los moriscos del Reino de Granada”, nos ofrece una sobrecogedora descripción de las matanzas perpetradas por los sublevados nada más estallar el conflicto, crueldad que contagiaría a las fuerzas gubernamentales. En palabras del escritor Pedro Antonio de Alarcón, nacido en Guadix (1.833 - 1.891), "cuando estalló la rebelión de los Moriscos, había en Ugíjar una Alcaldía Mayor con jurisdicción en toda la tierra alpujarreña. Era entonces Alcalde el licenciado León y Abad mayor el Maestro D. Diego Pérez. Fueron monfies capitaneados aquella vez por Aben-Aboo, que tenía agravios que vengar de las autoridades civil y eclesiástica. Aben-Humeya que lo supo, y como gran amigo del abad y de otros cristianos de Ugíjar, viendo el peligro en que se hallaban montó a caballo en Válor y corrió aceleradamente a su defensa... Pero cuando llegó todo era tarde, el Abad, seis Canónigos, el Alcalde Mayor y doscientos treinta y dos cristianos más habían muerto degollados (…) Aben - Humeya lloraba piadosamente”.

Aquellos cristianos que sufrieron el odio de los sublevados, no sólo en Ugíjar, y que Francisco Zapata Pimentel (siglo XVII), citado por el padre Francisco Hitos en su libro de 1.934 "Mártires de La Alpujarra", cifra en más de 3.000, fueron llamados “Mártires de la rebelión" o "Mártires de la Alpujarra", por lo que la Virgen del Martirio, con su nombre, les recuerda. De los orígenes mitológicos apuntados por Estrabón no se han encontrado vestigios y de la virulencia de la rebelión ya no se habla, pero en el pueblo aun se conserva una pequeña ermita llamada el Pozo de la Virgen en cuyo interior se encuentra el pozo en el que se recuperó la talla de la Virgen. Atribuyéndole la piedad popular propiedades milagrosas a su agua, ha de recordarse a Tertuliano cuando dice “sanguis martyrum, semen christianorum!”, es decir, ¡la sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos!

Gonzalo Antonio Gil del Águila

Granada, 16 de Diciembre de 2.007

GINÉS PÉREZ DE HYTA Y SU DESCRIPCIÓN DE GRANADA

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Ginés Pérez de Hyta, o de Hita (1.544-1.619), fue un autor literario y zapatero posiblemente nacido en Mula (Murcia) que en relación con Granada escribió dos obras. La primera en 1.595 con el nombre de "Historia de los bandos de los Zegríes y de los Abencerrajes, caballeros moros de Granada, de las civiles guerras que hubo en ella hasta que el rey don Fernando el quinto la ganó". Posteriormente y tras haber participado Ginés en la guerra contra los moriscos sublevados en las Alpujarras escribió una segunda publicada en 1.609 y titulada "Guerras civiles de Granada y crueles bandos entre los convertidos moros y vecinos cristianos". Ambas obras se conocen hoy como dos partes de la que se denomina como "Guerras civiles de Granada"
Tomando la versión de "Guerras civiles de Granada por Ginés Perez de Hyta, vecino de Murcia. Dos partes en un tomo" en su edición de París de 1.847, en el capítulo I de la parte primera "en que se trata de la fundación de Granada, y los reyes que hubo en ella, con otras muchas cosas tocantes a la historia" se dice respecto de la ciudad que "fue fundada por una muy hermosa doncella, hija o sobrina del rey Hispan. Fue su fundación en una bella y espaciosa vega, junto de una sierra llamada Elvira, porque tomó el nombre de la fundadora Infanta, la cual se llamaba Liberia, dos leguas de donde ahora está, junto de un lugar que se llamaba Arbuler, que en arábigo se decía Arbulut. Después de pasados algunos años, les pareció a los fundadores que no estaban allí bien por ciertas causas, y fundaron la ciudad en la parte donde ahora está, junto a Sierra Nevada, en medio de dos hermosos ríos, el uno Genil y el otro Darro, los cuales son de nieve que se derrite en la sierra. De Darro se coge oro muy fino, de Genil plata, y no es fábula, que yo el autor de esta relación lo he visto coger. Fundóse aquí esta insigne ciudad encima de tres cerros, como hoy se parece, adonde se fundaron tres castillos: el uno está a la vista de la hermosa vega y el rio genil, la cual vega tiene ocho leguas de largo y cuatro de ancho, y por ella atraviesan otros dos rios, aunque no muy grandes: el uno se dice veiro y el otro Monachil (...) y esta fuerza se nombra Torres Bermejas. Hízose allí una gran población llamada el Antequeruela. La otra fuerza o castillo está en otro cerro junto á este, un poco más alto, la cual se llamó la Alhambra, casa muy fuerte, y aquí hicieron los reyes su casa real. La otra fuerza se hizo en otro cerro, no lejos del Alhambra, y llamóse Albaicín" (...) Entre el Albaicín y el Alhambra pasa por lo hondo el río Darro, haciendo una ribera de árboles agradables. A esta fundación no la llamaron los moradores de ella Iliberia como la otra, sino Granada, respecto á que en una cueva junto á Darro fué hallada una hermosa doncella que se decía Granata, y por eso se llamó la ciudad así; y después de corrompido el vocablo se llamó Granada. Otros dicen que por la muchedumbre de las casas, y la espesura que habia en ellas que estaban juntas como los granos de la granada, y la nombraron así. Hízose esta ciudad famosa, rica y populosa, hasta el infeliz tiempo en que el rey don Rodrigo perdió á España". Una vez establecida la dominación musulmana Ginés dice "que de todas las naciones moras que vinieron a España, los caballeros mejores y principales, y los más señalados de aquellos que siguieron al general Muza, se quedaron en Granada, y la causa fue su hermosura y fertilidad, pareciéndoles bien su gran riqueza, asiento y fundacion". Respecto a la monarquía granadina nos dice: "mas por no gastar tiempo, no diré sino de los reyes moros que por su órden la gobernaron, y fueron conocidos por reyes de ella, dejando á parte los califas pasados y señores que hubo, siguiendo á Esteban Gariba y yá Camaloa. / El 1er rey moro que Granada tuvo se llamó Mahomad Alhamar: este reinó en ella veinte y nueve años; acabó año de 1262".
Ginés escribió el "Libro de la población y hazañas de la ciudad de Lorca", "El bello troyano" y una adaptación en verso de la "Crónica troyana”. Su obra "Guerras civiles de Granada" gozó de gran aceptación y es considerada un antecedente de la novela histórica dentro del subgénero del Romancero Nuevo denominado Romance Morisco.

Gonzalo Antonio Gil del Águila
Granada, 7 de Diciembre de 2.007

EL CARBONERO ALCALDE

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En la localidad de La Peza hay un busto de un hombre de cabellos encrespados y largas patillas que nos recuerda al personaje televisivo de Curro Jiménez. El busto se sitúa sobre una gran base a modo de monolito y representa a Manuel Atienza, Alcalde de la localidad a la llegada de los invasores franceses. En la base del monumento reza la siguiente inscripción en letras mayúsculas "A MANUEL ATIENZA EL CARBONERO ALCALDE Y AL PUEBLO DE LA PEZA HONOR Y GLORIA EN RECUERDO DE LA HEROICA GESTA EN LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA EL 15 ABRIL 1810 EL MUNICIPIO DE LA PEZA ESTE MONUMENTO SE INAUGURO EL 17 MAYO 1995 SIENDO ALCALDE D MANUEL MAIQUEZ RODRIGUEZ". Una placa en el Tajo de Barruecos, donde se arrojó Manuel Atienza evitando ser capturado con vida por los franceses, lleva inscrita la frase “yo soy la villa de La Peza, que muere antes de entregarse”.

En 1.859, Pedro Antonio de Alarcón (1.833–1.891) nos contaba la gesta del carbonero Alcalde y de todos los vecinos de La Peza que el día 15 de Abril de 1.810 se enfrentaron contra las fuerzas francesas y ofrecieron ese día y 4 después ante una nueva operación de castigo una resistencia heroica. Pedro Antonio de Alarcón, nacido en Guadix en 1.833 a no mucha distancia de La Peza, narra la desigual lucha a la que se entregó toda la población de esta localidad. La Peza destacaba por la fabricación de carbón vegetal y hasta poco antes de la fecha del relato había sido un importante punto del camino viejo de Guadix a Granada, importancia que declinó al potenciarse la actual vía que atraviesa el Puerto de la Mora y sobre cuyo trazado pasa la actual autovía. Muestra de esa pasada importancia son las ruinas del castillo medieval que se conservan en la parte alta de un pueblo que hasta el siglo XVI había vivido fundamentalmente de la labranza y el pastoreo.

Retomando la historia del Carbonero Alcalde, dejemos que sean las palabras de Pedro Antonio de Alarcón las que nos expliquen aquellos hechos, de cuyo relato me he permitido entresacar los fragmentos más significativos. Nos cuenta el escritor que habiéndose asentado los invasores franceses en Guadix y esperándose que una columna de doscientos hombres se dirigiera a tomar posesión de la villa de La Peza, en ella “hallábanse cortadas todas sus avenidas por una muralla de troncos de encina y de otros árboles gigantescos, que la población en masa bajaba del monte vecino, y con los que formaba pilas no muy fáciles de superar” ofreciendo “aquel recio muro de madera (…) una especie de torre por el lado frontero al camino de Guadix, y encima de esta torre habían colocado los lapezeños (¡asómbrense ustedes!) cierto formidable cañón, fabricado por ellos mismos, y de que ha quedado imperecedera memoria; el cual consistía en un colosal tronco de encina ahuecado al fuego, ceñido con recias cuerdas y redoblados alambres, y cargado hasta la boca con no sé cuántas libras de pólvora y una infinidad de balas, piedras, pedazos de hierro viejo y otros proyectiles por el estilo”. Además de con el cañón, los lapezeños contaban escopetas, trabucos, cuchillos y poco más. Al frente de aquel grupo de vecinos figuraba como improvisado General el alcalde Manuel Atienza.

“Los doscientos lapezeños toman las armas y se forman en batalla enfrente del Ayuntamiento” por la llegada de los franceses y ante el grito de los congregados de “-¡Viva el señor alcalde!”, este responde “-¡Qué alcalde ni qué cuerno! ¡Viva Dios! ¡Viva Lapeza! ¡Viva la independencia española!”. (…) “Una vez cambiado este saludo de guerra, su merced ordena a Jacinto que toque un largo redoble; llama a su lado al pregonero y, por boca de éste, que repite una a una y hasta media a media las palabras del caudillo, pronuncia la siguiente proclama, no escrita: «Por noticias del tío Piorno se ha sabido que el enemigo de la patria viene hoy a Lapeza a conquistarnos y robarnos los bienes; y nosotros con la bendición del señor cura, y el auxilio de nuestra santa patrona la Virgen del Rosario, vamos a defendernos como buenos españoles y a mostrar a la ciudad de Guadix, que si ella se ha entregado al francés, los vecinos de Lapeza saben morir, como murieron los vecinos de Madrid el día Dos de Mayo, o vencer, como vencieron los vecinos de Bailén hace dos años; y, en su virtud, el alcalde hace saber a estos vecinos que el que no perezca en el presente día defendiendo su casa, será declarado mal español y traidor a la patria, y morirá, como corresponde, colgado de una encina de la sierra. Y para que conste, no sabiendo firmar, lo hace su merced con la cruz que acostumbra, de que certifica el infrascrito. ¡Viva Dios! ¡Viva la Virgen! ¡Viva España! ¡Viva Fernando VII! ¡Muera Pepe Botellas! ¡Mueran los franceses! ¡Muera Godinot! ¡Mueran los traidores!».(…) “El cura bendecía y absolvía una vez más a sus animosos feligreses”, (…) “casi todas las mujeres rezaban en la iglesia; y en cuanto a los niños, habíase dispuesto aquella mañana mandarlos todos a lo alto de Sierra Nevada, a fin de que sus vidas no corriesen peligro, y pudieran servir, andando los años, para rechazar otra invasión extranjera”. En esto estaban cuando hacia las tres de la tarde “una nube de polvo indicó (…) la proximidad del enemigo” y ante el sonido de algunos tiros “los lapezeños saltaron de entusiasmo”, al mismo tiempo que se izaron “en la antigua fortaleza de los moros, y en el parapeto de encima, dos o tres banderas hechas con pañuelos negros” mientras que “las campanas tocaron a rebato; muchas viejas empezaron a gritar, y los mozos a lanzar silbidos; algunas piedras zumbaron en el espacio, y los escopetazos del camino oyéronse más frecuentes y más próximos”. Ante la proximidad de los franceses, Manuel Atienza dijo: “A ver, Jacinto, que suene ese tambor... ¡España y a ellos! ¡Viva la Virgen!”.Tras esto, los franceses hicieron un alto ante “una nube de piedras y de balas” y “un momento después contestaron éstos con una nutrida descarga, que dejó fuera de combate cinco lapezeños”. Esta situación hizo que el acalde ordenara el alto el fuego, y explicó a sus vecinos: “Están todavía muy lejos y tenemos poca pólvora. Dejémosles acercarse... Ya sabéis que el cañón se reserva para lo último, y que hasta que yo tire el sombrero no se le arrima la mecha. Ustedes, señores, a ver si se callan y cuidan de los heridos”. Habiéndose acercado la formación enemiga, “los peones se replegaron a los dos lados del camino, dejando paso a la caballería” y el alcalde exclamó: “-¡Fuego!”. Tras esto, “allí fue lo horrible. Allí fue lo inenarrable” porque “franceses y españoles dispararon sus armas a un mismo tiempo, sembrando la tierra de cadáveres: la caballería aprovechó este momento para llegar al pie de la muralla, presumiendo sin duda poderla saltar con sus impetuosos bridones; centenares de piedras derrumbaron a caballos y jinetes; éstos empezaron, por su parte, a degollar a mansalva, y en aquel supremo tumulto, en medio de aquel estrago, de aquel torbellino, de aquella confusión, he aquí que estalla, por último, el tremendo cañonazo, produciendo un estampido fragoroso y llevando la muerte a sitiados y sitiadores”. Aquello se debía a “que el cañón había reventado al tiempo de disparar” porque “la encina, hecha pedazos, vomitaba la metralla en todas direcciones, lo mismo hacia atrás que hacia adelante y por los costados, revuelta con mil fragmentos de madera”. Y como los franceses “ignoraban los medios de defensa que aún podían tener reservados aquellos demonios; como tampoco sabían su número, y como todo lo temían ya de ellos, pensaron en salvarse a toda prisa; y, desordenados, dispersos, atropellando la caballería a la infantería, y desoyendo los soldados las voces de sus jefes, emprendieron una retirada muy semejante a una fuga, perseguidos por los gañanes, que aún tenían a su disposición tres leguas cubiertas de proyectiles para sus hondas, y por algunos escopeteros a quienes quedaban cartuchos”. Para oprobio de los invasores, estos se retiraron “apedreados (…), fusilados, ennegrecidos por la pólvora, cubiertos de sangre, sudor y polvo, y habiendo dejado cien hombres en Lapeza y en el camino, entraron en Guadix, a las ocho de la noche, los vencedores de Egipto, Italia y Alemania, vencidos aquel día por una fuerza inferior de pastores y carboneros”.

La reacción francesa tuvo lugar cuatro días después cuando “salían con dirección a la villa gobernada por Atienza dos mil cuatrocientos hombres de todas armas, al mando de un oficial general, y con tantos víveres y municiones como si se tratara de sitiar una plaza fuerte”. Pero “a nadie encontraron por el camino: ni un tiro, ni una pedrada los recibió. Todo era silencio y soledad en la ensangrentada villa”. Así que pudieron comprobar que “la destruida muralla de troncos no había sido recompuesta, y las campanas no hacían señal de la llegada del enemigo”. Y los franceses sólo encontraron “algunas pobres mujeres, que habían bajado aquel día a dar una vuelta por sus abandonados hogares y en busca de víveres para los emigrados” en “los rincones de la iglesia, adonde se habían guarecido, creyendo que allí las respetarían los ilustres conquistadores”. Pero “a falta de varones fuertes que vencer, ofrecióles allí la pérfida fortuna míseras doncellas que ultrajar, inocencia que escarnecer, virtud que cubrir de oprobio y amargura”. Tras esto, “ufanos y satisfechos volvían hacia Guadix aquellos héroes, llevando, como únicos prisioneros hechos en aquella ruidosa expedición, un inerme anciano, decrépito y enfermo, que encontraron en una choza, y un tímido adolescente que lo cuidaba, cuando la noticia de lo que sucedía en sus hogares, divulgada en la sierra por alguna atribulada fugitiva, precipitó sobre el camino a los enfurecidos padres, hermanos y novios, que bajaban de las alturas como despeñados torrentes”. Unos cien lapezeños “a las órdenes de Atienza y los dos mil cuatrocientos expedicionarios franceses” se enfrentaron, y “una vez lanzado el reto y trabada la lid, los lapezeños empezaron a batirse en retirada (…) con el fin de internar a los enemigos en las fragosidades de la sierra”. Y “estos cometieron la imprudencia de caer en el lazo; y si bien es verdad que sus terribles armas casi concluyeron con aquel puñado de valientes, no lo es menos que compraron la vida de cada uno” a un alto precio. Emilio Atienza, arrinconado y conminado a rendirse, responde “¡Yo no me rindo! -dice-. ¡Yo soy la villa de Lapeza, que muere antes de entregarse!”, rompe el bastón de Alcalde “entre sus manos, lo arroja a la faz de los franceses, y él se precipita detrás, cayendo contra las peñas de un hondo barranco, donde sus huesos de bronce crujen al saltar hechos astillas”.

Cuando el general Godinot en Guadix sabe que sus fuerzas sólo han traído prisioneros un viejo y un muchacho “insiste en que sean ahorcados los dos débiles prisioneros”. Procediéndose con la orden “ataron una soga al cuello del niño, y lo arrojaron desde un mirador de la casa del Ayuntamiento a la Plaza Mayor de Guadix” pero la soga se rompió “y el niño cayó contra el empedrado”. Tras esto, “anudaron la parte rota, tornaron a subir a la pobre criatura, colgáronlo de nuevo, y la soga se volvió a romper”. De nuevo en el suelo tenía todos los huesos rotos aunque no había muerto. “Entonces un oficial de dragones, conmovido al mirar que se pensaba en colgarlo por tercera vez, llegóse al infeliz... y le deshizo la cabeza de un pistoletazo”. Respecto al anciano, “saciada de este modo, al menos por aquel día, la ferocidad de los vencedores, dignáronse perdonar”le. “Diéronle, pues, libertad, y el pobre viejo salió de la plaza corriendo y tambaleándose, y tomó el camino de su pueblo, donde murió de tristeza aquella misma noche” porque “¡el niño asesinado en Guadix... era su hijo!”.

Gonzalo Antonio Gil del Águila

Granada, 5 de Enero de 2008

CELEBRACIÓN DE LA TOMA

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El símbolo que mejor resume la celebración que cada día 2 de Enero rememora la Toma de Granada es la tremolación del estandarte de los Reyes Católicos por parte del Concejal más joven de la Corporación municipal desde el balcón del Ayuntamiento en la Plaza del Carmen al tiempo que grita tres veces el nombre de la ciudad. Cada vez que el público congregado oye el nombre de la ciudad pronuncia un “¿qué?”. La tercera vez que se pronuncia el “¿qué?” responde el Concejal diciendo "por los ínclitos Reyes Católicos, don Fernando V de Aragón y doña Isabel I de Castilla. ¡Viva España! ¡Viva el Rey! ¡Viva Andalucía! ¡Viva Granada!". Tras estas palabras suena el himno nacional. A la Tremolación en el balcón del Ayuntamiento le ha precedido una misa en la Capilla Real donde se ha realizado una primera tremolación del estandarte, realmente una réplica de 1.616, y un desfile con presencia de miembros de la Corporación municipal y otros estamentos de la ciudad, incluyendo representaciones de la Iglesia Católica y de las Fuerzas Armadas, desfile que traslada desde la Capilla Real hasta el Ayuntamiento escoltado el pendón de los Reyes Católicos. El actual protocolo de la fiesta se instauró en 1.982 por obra del entonces gobierno municipal del PSOE, siendo el que perdura a pesar de que en años posteriores, buscando dotar a la ceremonia de contenidos nuevos, se han incluido numerosos elementos que no han logrado consolidarse. Entre otras cosas, durante los años 2.000 y 2.001 se cambió el nombre de la festividad por el de Día de Granada procediéndose a la lectura del Manifiesto por la Tolerancia, un texto consensuado entre el Ayuntamiento y varias organizaciones que no contó con el apoyo de la ciudadanía. Otras modificaciones puntuales que han desaparecido son las visitas a La Alhambra y a la estatua del Rey Boabdil en el Paseo del Violón. De todos los cambios el que sí se ha consolidado es la concentración de todos los actos sólo el día 2 cuando años atrás algunos de ellos tenían lugar el día 1.

La inmensa mayoría de la población granadina parece apoyar la celebración del Día de la Toma bajo la forma del protocolo de 1.982 y se ha volcado en los últimos años asistiendo a ella de manera cada vez más intensa. La acción de quienes proponen la supresión o modificación radical de la fiesta, fundamentalmente organizaciones y simpatizantes de izquierda, nacionalistas andalucistas y colectivos y simpatizantes islámicos, ha encontrado la concentración de grupos de extrema derecha que se congregan, junto al abundante público, ante el Ayuntamiento exhibiendo banderas españolas y símbolos asociados al régimen franquista y a la ultra derecha.

Andrés Bernáldez (hacia 1450 - 1513), conocido como el cura de los Palacios, fue un eclesiástico e historiador español que en su “Historia de los Reyes Católicos don Fernando y doña Isabel”, nos describe la capitulación de la Granada de Boabdil diciendo que: “el rey Muley Baudili, acompañado de muchos caballeros, con las llaves en las manos encima de un caballo” se dirigió al Rey Fernando dándole las llaves “e dijo: «Toma, Señor, las llaves de tu ciudad, que yo y los que estamos dentro somos tuyos», y el Rey don Fernando tomó las llaves y dióselas a la Reyna, y la Reyna se las dio al Príncipe, y el Príncipe se las dio al Conde de Tendilla, al qual, con el Duque de Escalona, Marqués de Villena, e con otros muchos caballeros e con tres mil de a caballo e dos mil espingarderos, envió entrar en la Alhambra e se apoderar de ella, e fueron, e entraron, e mostraron en la más alta torre primeramente el estandarte de Cristo, que fue la Santa Cruz, que el Rey traía siempre en la santa conquista consigo; e el Rey e la Reyna e el Príncipe e toda la hueste se humillaron a la Santa Cruz e dieron muchas gracias e loores a Nuestro Señor; e los Arzobispos e clerecía dijeron Te Deum Laudamus.”

Te Deum, expresión que previene del latín y significa “A ti, Dios”, son las palabras iniciales de un cántico que es uno de los primeros himnos cristianos, siendo tradicional de acción de gracias. Comienza diciendo, “Te Deum laudamus: / te Dominum confitemur. / Te aeternum patrem, / omnis terra veneratur”, es decir, “A Tí, oh Dios, te alabamos, / a Tí, Señor, te reconocemos. / A Tí, eterno Padre, / te venera toda la creación”. Y más adelante continúa diciendo: “Te per orbem terrarum / sancta confitetur Ecclesia”, es decir, “A Tí la Iglesia santa, / extendida por toda la tierra, te aclama”. Y respecto al papel en la conmemoración de la Toma de Granada por la Iglesia, en un artículo aparecido en el periódico Ideal de Granada el 2 de Enero de 1.999, el misionero y “Padre Blanco” José María Cantal Rivas dice que “seguramente, la misa del 2 de enero tuvo su razón de ser en una época en que la teocracia católica servía de vinculo identificativo de unión frente a la teocracia musulmana (al Sur) y, a los pocos años, a la teocracia protestante (al Norte). Si pudo tener una justificación en aquellos tiempos hoy en día, desde el punto de la espiritualidad eucarística y misionera, no tiene ninguna” .Y más adelante continúa: “Yo no sé si ha habido o hay una reflexión teológica seria, en nuestra facultad de teología y en la diócesis, sobre las implicaciones y deducciones pastorales y misioneras de la forma actual de la celebración de la toma, con una misa en la que la espada de Isabel la Católica es llevada por un compañero sacerdote (…) pero es mi deber de cristiano el alertar de una incoherencia. (…) Y es que, si la Iglesia es misionera por esencia (…) cualquier cosa que dificulte la misión” (y él entiende que estar presente en la ceremonia de la Toma una representación de la Iglesia Católica así lo hace) “afecta a la esencia de la Iglesia”. El “Padre Blanco” José María Cantal Rivas nos explica en su artículo que hoy no puede hablarse de Iglesia misionera con una espada y que la dimensión religiosa de la Toma debe ceder a otras valoraciones más acordes con los tiempos y sensibilidades actuales.

Los acontecimientos que sucedieron a la capitulación de Granada hasta la expulsión de los moriscos de toda España en 1.609, incluyendo los intentos gubernamentales de asimilarles a la población de confesión católica y las rebeliones musulmanas de 1.500 - 1.501 y 1.568 – 1.571 en el Reino de Granada, no pueden ser juzgados desde los valores del siglo presente si no desde la perspectiva de una época que en sus manifestaciones ordinarias nos parece hoy cruel y en la cual política y religión mantenían una estrecha relación que a los occidentales de nuestro tiempo nos resulta inaceptable. A mi entender, hoy, antes que fijarnos en la dimensión religiosa del hecho de la Toma debemos hacerlo en la política apreciando que a finales del siglo XV se vivía, tras un largo proceso de siglos, un enfrentamiento entre el naciente estado español compuesto o recompuesto sobre la unión de Castilla y Aragón y la previa fragmentación de los pueblos hispanos, fragmentación a través de la cual caminaron y se impusieron los Reinos cristianos con las ideas de Reconquista y unificación.

Obligado resulta recordar en estas breves líneas que a modo de pinceladas de fractura impresionista dibujan escenas e impresiones sobre la Toma de Granada a Francisco Ayala García-Duarte, el centenario pensador nacido en la ciudad en 1.906, el cual, en sus memorias publicadas desde 1.982 bajo el nombre de “Recuerdos y olvidos”, dice sobre la Toma de Granada: “No sé por qué, esa ceremonia, a la que nos llevaban como a una alegre diversión, me inundaba de tristeza. ¿Sería bastante para ese efecto el sentimentalismo, en gran medida literario, las nostalgias arábigas derramadas sobre mi imaginación infantil? ¿Bastarían esas cosas para hacerme amarga la conmemoración de la Toma de Granada por los Reyes Católicos, una amargura, por lo demás, nunca confesada a nadie?” Ese Ayala que vivió el exilio tras la Guerra Civil y que nos dice, refiriéndose a los vencedores de la contienda: “Yo, por mi parte, también me sentía venido a menos y me cuidé mucho de no hallarme presente en la investidura de los nuevos poderes, adornados con el yugo y las flechas de Isabel y Fernando, pues ahora no sería un simulacro, una simple ceremonia sólo penosa para la fantasía literaria de un niño, sino la atroz realidad a la que sucumbieron, entre tantísimos millares de víctimas, García Labella, Lorca y varios miembros de mi propia familia”.

Como he comentado unas líneas antes, considero que lo esencial de la Toma de Granada en 1.492, y lo que debe señalarse desde la intelectualidad y la clase política, es que marca de manera simbólica el final de ese confuso y largo período que denominamos Reconquista y el comienzo de la construcción del actual estado español sobre el soporte político de los reinos cristianos, no debiendo olvidarse que el proceso de Reconquista adscribe las tierras hispanas al ámbito de la cultura occidental y europea, occidentalidad y europeidad que aportan evidentes peculiaridades que nacen de la prolongada coexistencia, que no convivencia, de “las tres culturas”. Y esa compleja esencia, que no el credo católico, es el elemento que hoy debe recuperarse como fundamento del discurso de la idea de España. Cosa distinta son los ropajes con que en algunos momentos de nuestra historia reciente, y desde perspectivas encontradas entre sí, se han vestido estos hechos y conceptos para justificar discutibles interpretaciones de la historia de nuestro país, sus sentimientos religiosos y sus mitos fundacionales. Los tiempos presentes requieren que se rememore la Toma como un hecho político trascendental vaciándolo de significaciones religiosas en beneficio de las políticas porque la religión hace tiempo que en el mundo occidental debería ser exclusivamente una cuestión íntima y personal. Evidentemente, no todo es tan sencillo, pero conseguir esto sería seguramente un logro importante.

Curioso es recordar el repique de campana que el 2 de Enero se realiza desde la Torre de la Vela, la más alta de la Alcazaba de la Alhambra, y cómo la tradición popular asegura a la moza casadera y soltera que la haga repicar su emparejamiento a lo largo del nuevo año. Hoy día no son sólo mozas solteras si no también grupos de niños, jóvenes y turistas los que suben a disfrutar de parte de una fiesta que debe su origen a aquellos hechos de 1.492 que se comentan en este artículo. Como la campana es grande y pesada resulta necesario que a menudo tiren de la cuerda que la hará sonar varias personas como recordatorio de que en muchas ocasiones sólo aunando esfuerzos pueden conseguirse resultados.

Gonzalo Antonio Gil del Águila

Granada, 2 de Enero de 2.008.

Artículo publicado en el número de enero de 2011 en la revista GARNATA HISTORIA Y ACTUALIDAD

LAPEZA PROCLAMA LA INDEPENDENCIA ESPAÑOLA

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Pedro Antonio de Alarcón (1.833–1.891) nos describe al pueblo de Lapeza en armas esperando la llegada de los franceses. Su relato, de 1.859, bien sirve para reflejar el sentimiento de oposición que la presencia francesa encontró en amplios sectores de la población española. Como nos cuenta nuestro autor, “Los doscientos lapezeños toman las armas y se forman en batalla enfrente del Ayuntamiento” y ante el grito de los congregados de “-¡Viva el señor alcalde!”, este responde “-¡Qué alcalde ni qué cuerno! ¡Viva Dios! ¡Viva Lapeza! ¡Viva la independencia española!”. (…) “Una vez cambiado este saludo de guerra, su merced ordena a Jacinto que toque un largo redoble; llama a su lado al pregonero y, por boca de éste, que repite una a una y hasta media a media las palabras del caudillo, pronuncia la siguiente proclama, no escrita: «Por noticias del tío Piorno se ha sabido que el enemigo de la patria viene hoy a Lapeza a conquistarnos y robarnos los bienes; y nosotros con la bendición del señor cura, y el auxilio de nuestra santa patrona la Virgen del Rosario, vamos a defendernos como buenos españoles y a mostrar a la ciudad de Guadix, que si ella se ha entregado al francés, los vecinos de Lapeza saben morir, como murieron los vecinos de Madrid el día Dos de Mayo, o vencer, como vencieron los vecinos de Bailén hace dos años; y, en su virtud, el alcalde hace saber a estos vecinos que el que no perezca en el presente día defendiendo su casa, será declarado mal español y traidor a la patria, y morirá, como corresponde, colgado de una encina de la sierra. Y para que conste, no sabiendo firmar, lo hace su merced con la cruz que acostumbra, de que certifica el infrascrito. ¡Viva Dios! ¡Viva la Virgen! ¡Viva España! ¡Viva Fernando VII! ¡Muera Pepe Botellas! ¡Mueran los franceses! ¡Muera Godinot! ¡Mueran los traidores!».(…) “El cura bendecía y absolvía una vez más a sus animosos feligreses”, (…) “casi todas las mujeres rezaban en la iglesia; y en cuanto a los niños, habíase dispuesto aquella mañana mandarlos todos a lo alto de Sierra Nevada, a fin de que sus vidas no corriesen peligro, y pudieran servir, andando los años, para rechazar otra invasión extranjera”.

Gonzalo Antonio Gil del Águila
Granada, 8 de Julio de 2008

Posicionamiento

EL CARBONERO ALCALDE Y LA VENGANZA FRANCESA SOBRE LA PEZA

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Habiendo tenido que retirarse con sensibles pérdidas el contingente francés que había intentado tomar Lapeza, la reacción francesa tuvo lugar cuatro días después cuando, de acuerdo con las palabras de Pedro Antonio de Alarcón (1.833–1.891) “salían con dirección a la villa gobernada por Atienza dos mil cuatrocientos hombres de todas armas, al mando de un oficial general, y con tantos víveres y municiones como si se tratara de sitiar una plaza fuerte”. Pero “a nadie encontraron por el camino: ni un tiro, ni una pedrada los recibió. Todo era silencio y soledad en la ensangrentada villa”. Así que pudieron comprobar que “la destruida muralla de troncos no había sido recompuesta, y las campanas no hacían señal de la llegada del enemigo”. Y los franceses sólo encontraron “algunas pobres mujeres, que habían bajado aquel día a dar una vuelta por sus abandonados hogares y en busca de víveres para los emigrados” en “los rincones de la iglesia, adonde se habían guarecido, creyendo que allí las respetarían los ilustres conquistadores”. Pero “a falta de varones fuertes que vencer, ofrecióles allí la pérfida fortuna míseras doncellas que ultrajar, inocencia que escarnecer, virtud que cubrir de oprobio y amargura”. Tras esto, “ufanos y satisfechos volvían hacia Guadix aquellos héroes, llevando, como únicos prisioneros hechos en aquella ruidosa expedición, un inerme anciano, decrépito y enfermo, que encontraron en una choza, y un tímido adolescente que lo cuidaba, cuando la noticia de lo que sucedía en sus hogares, divulgada en la sierra por alguna atribulada fugitiva, precipitó sobre el camino a los enfurecidos padres, hermanos y novios, que bajaban de las alturas como despeñados torrentes”. Unos cien lapezeños “a las órdenes de Atienza y los dos mil cuatrocientos expedicionarios franceses” se enfrentaron, y “una vez lanzado el reto y trabada la lid, los lapezeños empezaron a batirse en retirada (…) con el fin de internar a los enemigos en las fragosidades de la sierra”. Y “estos cometieron la imprudencia de caer en el lazo; y si bien es verdad que sus terribles armas casi concluyeron con aquel puñado de valientes, no lo es menos que compraron la vida de cada uno” a un alto precio. Emilio Atienza, arrinconado y conminado a rendirse, responde “¡Yo no me rindo! -dice-. ¡Yo soy la villa de Lapeza, que muere antes de entregarse!”, rompe el bastón de Alcalde “entre sus manos, lo arroja a la faz de los franceses, y él se precipita detrás, cayendo contra las peñas de un hondo barranco, donde sus huesos de bronce crujen al saltar hechos astillas”.

Cuando el general Godinot en Guadix sabe que sus fuerzas sólo han traído prisioneros un viejo y un muchacho “insiste en que sean ahorcados los dos débiles prisioneros”. Procediéndose con la orden “ataron una soga al cuello del niño, y lo arrojaron desde un mirador de la casa del Ayuntamiento a la Plaza Mayor de Guadix” pero la soga se rompió “y el niño cayó contra el empedrado”. Tras esto, “anudaron la parte rota, tornaron a subir a la pobre criatura, colgáronlo de nuevo, y la soga se volvió a romper”. De nuevo en el suelo tenía todos los huesos rotos aunque no había muerto. “Entonces un oficial de dragones, conmovido al mirar que se pensaba en colgarlo por tercera vez, llegóse al infeliz... y le deshizo la cabeza de un pistoletazo”. Respecto al anciano, “saciada de este modo, al menos por aquel día, la ferocidad de los vencedores, dignáronse perdonar”le. “Diéronle, pues, libertad, y el pobre viejo salió de la plaza corriendo y tambaleándose, y tomó el camino de su pueblo, donde murió de tristeza aquella misma noche” porque “¡el niño asesinado en Guadix... era su hijo!”.

Gonzalo Antonio Gil del Águila

Granada, 8 de Julio de 2008

EL CARBONERO ALCALDE Y LA REITRADA FRANCESA DE LA PEZA

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En la localidad de La Peza hay un busto de un hombre de cabellos encrespados y largas patillas que nos recuerda al personaje televisivo de Curro Jiménez. El busto se sitúa sobre una gran base a modo de monolito y representa a Manuel Atienza, Alcalde de la localidad a la llegada de los invasores franceses. En la base del monumento reza la siguiente inscripción en letras mayúsculas "A MANUEL ATIENZA EL CARBONERO ALCALDE Y AL PUEBLO DE LA PEZA HONOR Y GLORIA EN RECUERDO DE LA HEROICA GESTA EN LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA EL 15 ABRIL 1810 EL MUNICIPIO DE LA PEZA ESTE MONUMENTO SE INAUGURO EL 17 MAYO 1995 SIENDO ALCALDE D MANUEL MAIQUEZ RODRIGUEZ". Una placa en el Tajo de Barruecos, donde se arrojó Manuel Atienza evitando ser capturado con vida por los franceses, lleva inscrita la frase “yo soy la villa de La Peza, que muere antes de entregarse”.

En 1.859, Pedro Antonio de Alarcón (1.833–1.891) nos contaba la gesta del carbonero Alcalde y de todos los vecinos de La Peza que el día 15 de Abril de 1.810 se enfrentaron contra las fuerzas francesas y ofrecieron ese día y 4 después ante una nueva operación de castigo una resistencia heroica. Pedro Antonio de Alarcón, nacido en Guadix en 1.833 a no mucha distancia de La Peza, narra la desigual lucha a la que se entregó toda la población de esta localidad. Nos cuenta el escritor que habiéndose asentado los invasores franceses en Guadix y esperándose que una columna de doscientos hombres se dirigiera a tomar posesión de la villa de La Peza, en ella “hallábanse cortadas todas sus avenidas por una muralla de troncos de encina y de otros árboles gigantescos, que la población en masa bajaba del monte vecino, y con los que formaba pilas no muy fáciles de superar” ofreciendo “aquel recio muro de madera (…) una especie de torre por el lado frontero al camino de Guadix, y encima de esta torre habían colocado los lapezeños (¡asómbrense ustedes!) cierto formidable cañón, fabricado por ellos mismos, y de que ha quedado imperecedera memoria; el cual consistía en un colosal tronco de encina ahuecado al fuego, ceñido con recias cuerdas y redoblados alambres, y cargado hasta la boca con no sé cuántas libras de pólvora y una infinidad de balas, piedras, pedazos de hierro viejo y otros proyectiles por el estilo”. Además de con el cañón, los lapezeños contaban escopetas, trabucos, cuchillos y poco más. Al frente de aquel grupo de vecinos figuraba como improvisado General el alcalde Manuel Atienza.
Llegado al pueblo un destacamento de 200 francesas, “allí fue lo horrible. Allí fue lo inenarrable” porque “franceses y españoles dispararon sus armas a un mismo tiempo, sembrando la tierra de cadáveres: la caballería aprovechó este momento para llegar al pie de la muralla, presumiendo sin duda poderla saltar con sus impetuosos bridones; centenares de piedras derrumbaron a caballos y jinetes; éstos empezaron, por su parte, a degollar a mansalva, y en aquel supremo tumulto, en medio de aquel estrago, de aquel torbellino, de aquella confusión, he aquí que estalla, por último, el tremendo cañonazo, produciendo un estampido fragoroso y llevando la muerte a sitiados y sitiadores”. Sorprendidos, los atacantes se retiran “apedreados (…), fusilados, ennegrecidos por la pólvora, cubiertos de sangre, sudor y polvo, y habiendo dejado cien hombres en Lapeza y en el camino, entraron en Guadix, a las ocho de la noche, los vencedores de Egipto, Italia y Alemania, vencidos aquel día por una fuerza inferior de pastores y carboneros”.

Gonzalo Antonio Gil del Águila

Granada, 8 de Julio de 2008