ACERCA DE LA BATALLA DE QADESH

DETERMINACIÓN CRONOLÓGICA Y FUENTES

La Batalla de Qadesh (anteriormente conocida en el ámbito de lengua castellana como de Kadesh) es la primera batalla documentada que ha llegado hasta nosotros, la primera tras la que nos consta la redacción de un tratado de paz escrito y posiblemente la última de relevancia librada con tecnología de la Edad del Bronce. Se supone que tuvo lugar a finales de mayo del año 1274 a. C. aunque muchas son las dudas que existen sobre su fecha ya que se ha datado entre 1300 y 1213 a. C. Lo que sí está claro es que se trató de un combate en las inmediaciones de la ciudad de Qadesh, en la actual Siria, entre fuerzas de infantería y carros de guerra que enfrentó a las fuerzas egipcias del faraón Ramsés II a las hititas de Muwatallish. Parece ser que la batalla comenzó favorablemente para los hititas y que pudo terminar con un éxito egipcio, si bien con importantes bajas, o con la derrota egipcia, aunque no total, suponiendo, en todo caso, un empate con notables ventajas geoestratégicas para los hititas.

Los documentos contemporáneos que conocemos sobre la batalla son fuentes egipicas: el Poema de Pentaur, un relato en bajorrelieve de la batalla que se dice escrito por Ramsés II del que existen ocho copias; el Boletín de Guerra, siete copias en forma de bajorrelieve junto al poema; el tratado paz firmado tal vez varios años después de la batalla.

CONDICIONANTES POLÍTICOS Y GEOESTRATÉGICOS DE LA BATALLA

En la época, Siria era un país rico gracias a su producción alimenticia, especialmente de trigo, sus derechos aduaneros y por ser un paso obligado de mercancías tales como alimentos, cobre, estaño, herramientas, joyas, metales preciosos y productos de lujo, maderas, productos textiles, vidrio. El país hacía de puente entre el Egeo y Asia Menor a través del puerto de Ugarit, localidad que ha sido equiparada con la Venecia medieval, dependiendo de su tráfico el suministro a lugares tan remotos como pudieran ser las tierras de las actuales Afganistán e Irán.
Siria se había encontrado rodeada de grandes potencias. Egipto y Mittani, las dos más grandes en su momento, estaban en permanente conflicto desde que Mittani había arrebatado posesiones egipcias en Siria, pero concertaron una paz que evitase su desgaste en beneficio de terceros. Con posterioridad a ese acuerdo, el rey hitita Shubiluliuma I comenzó una serie de acciones contra Mittani sin que los faraones Tutmosis III y Amenofis II reaccionaron. Shaushtatar, rey de Mittani, temiendo una guerra en dos frentes contra hititas y egipcios, ofreció a estos últimos un tratado de paz que fue aceptado y posteriormente reforzado cuando Amenofis III y Taduhepa, hija del siguiente rey mitano, Artatama I, se casaron. Las fronteras entre territorios sometidos a las influencias egipcias y mitanas se definieron aunque Hatti ambicionaba las tierras sirias repartidas entre ellos. El reino de Amurru, el valle del río Eleuteros y las ciudades de Qadesh (que eran dos: una nueva, sobre un promontorio, y una antigua cerca a la otra, en terreno llano) fueron cedidos a Egipto por Mittani, beneficiándose esta con la renuncia egipcia a territorios mittanos conquistados por Tutmosis I y Tutmosis III.

En tiempos del faraón Amenofis III el reino de los amurru o amorreos, de manera paulatina y ante la indiferencia egipcia, se adueñó del territorio comprendido entre el Mediterráneo y el río Orontes, atacando posteriormente a Mittani. Pero Nittani les venció y ocupó su reino y provocando que Egipto mandase fuerzas para rein-tegrar el reino de los amurru en su área de influencia, acabandose así con los más de dos siglos de paz entre Egipto y Mittani, sucediendose nuevos conflictos entre ambos.

Entonces, Shubiluliuma I el Grande, nuevo rey de Hatti, ataca a Mittani y le arrebata
territorios en la que se conoce como Primera Guerra Siria. En la segunda, Mittani intenta recuperarlos siendo totalmente destruida por Hatti. El faraón Amenofis IV, conocido como Ake-natón, no reaccionó y continuó la expansión hitita que conquistó lugares como Ugarit y Qadesh.

Tras un período de incertidumbre, Qadesh queda de nuevo nominalmente bajo control egipcio, pero su nuevo rey Aitakama, no se comporta como un vasallo egipcio al pedir a otros Estados ayuda para atacar a la ciudad de Upe (también vasalla egipcia). Akenatón respondió ordenando a su vasallo Aziru, rey de Amurru, la lucha contra Qadesh y entegándole oro y pertrechos que utilizó no frente a Qadesh si no en su expansión con el apoyo de Hatti.

Aunque no ha sido probado se supone que Akenatón pudo mandar un ejército que fue destruido quedando la zona bajo influencia hitita. Al morir el faraón se sucede un período de inestabilidad en Egipto que dura más de 30 años hasta que Ramsés I y su hijo Seti centran su política exterior en la recuperación de los territorios perdidos, reincorporando temporalmente Qadesh, que volvería a caer bajo control hitita. Es en este contexto que Ramsés II, hijo de Seti I, decidió ponerse al frente de un gran ejército para exigir el juramento de lealtad del rey amorreo, Benteshina. El rey hitita Muwatallish, conocedor de los planes de Ramsés II y de que este necesitaba Qadesh si quería recuperar el control de Siria, comprendió que el vasallaje respecto de Egipto, de grado o por la fuerza, le haría perder el centro y norte de Siria. Pero los hititas tenían una ventaja respecto de años anteriores porque Mittani ya no existía y no podía ayudar a Egipto y la amenaza asiria a su este había desaparecido. Hatti estaba en mejores condiciones de las que nunca había estado para enfrentarse a Egipto y ambas potencias estaban decididas a enfrentarse en Qadesh para resolver quién controlaría Siria.

EJÉRCITOS ENFERENTADOS

Se estima que en Qadesh se pudieron enfrentar más de de 40.000 infantes y entre 2.500y 3.500 carros, por parte hitita, a 25.000 infantes o algo más y 2.500 carros, por parte egipcia.

Entre los antiguos egipcios la milicia raramente tuvo alta consideración y su ejército nunca fue numeroso ni destacó salvo en muy breves períodos. Es por ello que resultaba difícil reclutar tropas con levas obligatorias y fue necesario contar con mercenarios extranjeros, especialmente nubios y, en menor medida, libios y asiáticos. Hubo que esperar hasta el Imperio Nuevo para que Egipto tuviera, tras la dominación de los hicsos, un ejército regular aunque poco numeroso en el que siguieron abundando mercenarios extranjeros. En esa época, tanto el faraón como algunos nobles se rodearon de un pequeño grupo armado a modo de hueste. La invasión hicsa había sido posible, en parte, gracias al uso del carro de guerra. Este había sido desarrollado después de la domesticación del caballo y se había convertido en un arma extraodinaria adoptada por los egipcios.

El ejército egipcio se dividía en cuerpos de ejército o divisiones integrados por unos 5.000 hombres, 4.000 de ellos infantes y 1.000 aurigas tripulando 500 carros de guerra. La unidad básica de combate de infantería era una compañía de 50 hombres integrada en batallones de 250. En cada compañía se destinaban 25 carros y los había de tres tipos: de combate, los más pesados, y otros más ligeros y veloces, los dedicados a las comunicaciones y exploración.

Diversas armas egipcias El carro de combate se usaba para el ataque frontal a la infantería o para rodearla desbaratando así su orden de combate ya que contra los carros no había mucha posibilidad de defensa.

Cada cuerpo de ejército tenía veinte compañías y veinte oficiales superiores bajo el mando de un general. Los combatientes debían luchar por su reputación y por la defensa del faraón. Si lo hacían con honor se les otorgaba una especie de condecoración pero si mostraban cobardía o huían podían ser castigados o ejecutados, siendo en algunos casos los castigos extensibles hasta su familia. Los combatientes distinguidos recibían del faraón condecoraciones, bienes inmuebles, esclavos y otros bienes. Los mandos del ejército se nutrían de las familias más preeminentes que enviaban a sus hijos a una especie de academia militar cuando eran unos niños. Las armas utilizadas por los soldados de infantería, todas de bronce, eran lanzas, jabalinas, mazas, hachas de combate, espadas, sables curvos llamados kopesh, arcos sencillos y arcos de doble curvatura de origen hitita. Para su protección dispo-
nían de escudos de madera, cuero curtido o caña trenzada pero carecían de armaduras, cotas de malla o casco. Durante la dinastía XVIII se introdujo el arco triangular, más fácil de manejar y de fabricar que los anteriores, capaz de atravesar armaduras.
Para enfrentarse al ejército hitita, posiblemente superior al egipcio hasta ese momento, este último debió asumir un esfuerzo para modernizarse y mejorar su armamento: adoptó el arco compuesto (que requería dos años para terminar su fabricación) y la espada llamada kopish, un eficaz modelo que servía para apuñalar como y cortar; y mejoró las hachas y los carros de combate, haciéndolos más livianos que los hititas y desplazando su eje hacia atrás para darles más maniobrabilidad; esta ventaja de maniobrabilidad permitía una tripulación de sólo dos personas (auriga y arquero) frente a los tres de los más pesados carros hititas.

Los hititas destacaron por el uso del carro de combate y desarrollaron un diseño con ruedas más ligeras y cuatro radios, en lugar de ocho, capaz de transportar a tres guerreros en vez de dos. Poseían hachas de penetración y espadas rectas de bronce, posiblemente modelos indoeuropeos, y arcos compuestos.

LA BATALLA

Muwattali, el rey hitita, organizó una gran coalición contra Egipto en la que participaron más de una quincena de Estados. La batalla tendría lugar estaba cerca de sus bases lo que significaba una ventaja estratégica y a su favor también estaba una acción diplomática continuada a lo largo de muchos años. Egipto había perdido amigos y aliados y debía proyectar sus fuerzas a un lugar lejano atravesando Cannan y Fenicia. Durante su progresión, pudo contactar con los “nearin”, fuerzas integradas por soldados asiáticos al servicio de Egipto que esperaban esta-cionados en las costas de Amurru, y les ordenó dirigirse hacia el interior para coincidir con sus cuatro cuerpos de ejército (o divisiones) en Kadesh.

La vanguardia egipcia capturó a dos miembros de la tribu de los Ahasu que informaron al faraón de que el rey hitita, temeroso del combate, y su ejército estaban en Alepo, unos 200 kilómetros al norte. Confiado, Ramsés II cruzó el Orontes por el vado de Shaltuna y, una vez en el margen oeste, avanzó al frente del cuerpo de ejército Amón mientras que los de Ra, Ptah y Sutekh se man-tenían retrasadas. El cuerpo de ejército Amón bajo las órdenes de Ramsés II instaló su cam-pamento al oeste de Kadesh en espera de que convergiese el resto de sus fuerzas y atacar con ellas la ciudad, levantada sobre un promontorio convertido casi en una isla. Pero las fuerzas hititas no estaban en Alepo si no emboscadas al este de Kadesh en espera de una ocasión propicia para atacar a las egipcias. El interrogatorio de dos soldados hititas permitió a los egipcios comprender lo compro-metido de su situación, por lo que Ramsés II, compro-bando que el cuerpo de ejército Ra se acercaba al campamento, ordenó acudir en busca del de Ptah. Pero Muwattali ordenó a sus carros cruzar el Orontes y atacar de flanco a la división Ra mientras se desplazaba en orden de marcha sin adivinar el peligro, quedando arrollada
y llevando en su huida el pánico al cuerpo de ejército Amón, cuyo campamento quedó destrozado por el avance hitita. Pareciendo todo perdido, la situación se inclinó del lado de Ramsés II cuando sus enemigos de se dedicaron al saqueo porque con ello le permitió reorganizar sus fuerzas y lanzarse al combate montando su carro y animando a sus tropas con el ejemplo. Esta reacción, coincidiendo con la aparición de los “nearin” desde el este, hizo retirarse a los hititas hacia el sur. Ramsés II, reuniendo sus fuerzas, se lanzó contra los hititas, que no pudieron resistir el asalto y retrocedieron hacia el río. Un segunda oleada de carros hititas intentó cambiar la situación pero fue rechazada. Muwattali, desde el otro lado del río, no hizo intervenir a su infantería y Ramsés II quedó dueño del campo de batalla. Al final de la acción llegó el cuerpo de ejército Ptah que intervino en los últimos combates. Parece ser que al día siguiente se produjo un nuevo enfrentamiento entre los ejércitos enemigos sin que fuera decisivo. Los hititas, habían perdido muchos carros y su infantería, aunque más numerosa que la egipcia, había sufrido más en el combate y era menos disciplinada. Igualmente, habían perdido al hermano del rey y numerosos jefes. Muwattali habría ofrecido la paz a un Ramsés II consciente de la imposibilidad egipcia de explotar la victoria que habría aceptado el cese de las hostilidades, que no la paz, y el regreso a Egipto.

CONSECUENCIAS DE LA BATALLA

Ya se ha comentado que la batalla acabó en empate pero sin duda favoreció al bando hitita ya que conservó Kadesh y ocupó el reino de Amurrú así como Upi (Damasco). Pero en los años siguientes, los hititas no fueron capaces de enfrentarse a los egipcios y Ramsés II aseguró Canaan y Fenicia, recuperó Upi y conquistó algunas ciudades hititas. Años más tarde, la irrupción de Asiria hizo que el rey hitita Hattusil III pidiera ayuda de Ramsés II.

Posiblemente, Egipto habría evitado su desgaste y el fortalecimiento de Hatti de haber jugado la baza militar y diplomática en los decenios anteriores a Qadesh apoyando y manteniendo a Mittani como aliado en vez de dejarle sucumbir frente a los hititas. Cuando tuvo lugar el choque entre Egito y Hatti, la posición estratégica y diplomática de esta última era superior a la egipcia.

Las cambiantes circunstancias del mundo mesopotámico antiguo con el ascenso de Asirio consolidó a Egipto frente a Hatti en vísperas de la aparición de los Pueblos del Mar, pero la posición egipcia en la zona había quedado gravemente deteriorada.

Gonzalo Antonio Gil del Águila
31/10/10

1 comentarios :: ACERCA DE LA BATALLA DE QADESH

  1. Me parece un gran trabajo, pero y no puedo culpar al autor, a mi juicio tiene varios errores.
    1 No creo que se utilizaran carros para exploración sino jinetes. Veanse los relieves de la batalla, salen varios jinetes.
    2 Sutehk no iba retrasada, marchaba por el costado de la ruta. Esto puede cambiar la manera de ver la batalla.
    3 No me parece que haya ninguna prueba de que Ramses quisiera atacar Qadesh.
    4 Lo del saqueo hitita al campamento de Ramses fue una opinión, un idea que se le ocurrió a un egiptólogo y que ahora sin prueba alguna se repite como una verdad probada.
    5 Lo de que los hititas se retiraron al sur cuando contraatacó Ramses, eso no sé de donde se ha sacado, Pentaur dice que no dejaron escapar a ninguno.
    6 Lo de que la infantería hitita había sufrido en el combate, tampoco lo entiendo, siempre he leído que no entró en combate.
    Un saludo y a su disposición. Delfín García: dgbolite@hotmail.com